Siguiendo con las reseñas de los libros que voy leyendo, le toca el turno a "La mujer loca" de Juan José Millás.
El libro comienza de manera interesante: una mujer, Julia, que de pequeña veía a un chino imaginario hasta que su madre se casa con un chino de verdad, oye o es visitada por personas que le preguntan cosas o le piden favores, como por ejemplo un cartero iletrado que le pide que le lea las direcciones de las cartas que debe entregar para que pueda realizar su trabajo.
La aparente protagonista del libro comienza el relato cuando trabajaba en una pescadería enamorada de su jefe que, además de pescadero y estar casado, es filólogo. No se sabe si precisamente por ello Julia comienza a estudiar gramática y entramos en la parte que más me ha gustado del libro cuando ella recibe visitas de frases con problemas a las que como una especie de curandera va ayudando a superar sus miedos, a aclarar si son palabras o frases que pueden existir, a superar sus complejos o, en general, a explicarles su función en la oración o su importancia morfológica, de manera que esta parte del libro me hizo pensar que el autor podría pretender que su obra sirviera para explicar la gramática o la importancia de los distintos tipos de palabras en el idioma a la manera que "El mundo de Sofía" ayudaba a entender la Filosofía.
Pero el libro no sigue por ahí. A Julia no le renuevan el contrato en la pescadería y, para seguir viviendo, poco a poco va asumiendo labores de cuidado y atención del matrimonio con el que comparte piso, en especial de la mujer que padece una enfermedad que la tiene postrada en cama. Y la cosa se malogra (a mi entender) cuando el propio autor entra en escena, y no solo sino con un doble de si mismo que comienza a ver en la consulta de su octogenaria psiquiatra (que si loca está Julia, el autor no parece irle a la zaga en cuanto a visiones). Se introduce en la obra un supuesto diario de Millás al que acompañamos a sus sesiones de psicoanálisis, a hacer pis y hasta a que le practiquen una colonoscopia, que maldita la necesidad que tiene el libro de toda esta parte a mi parecer absolutamente irrelevante para el curso de los acontecimientos.
Paralelamente a todo esto, acompañamos a Julia al piso donde vive (y donde el autor, ¡como no!, había vivido de joven) y conocemos a Emérita, la mujer encamada, que intenta mitigar su dolor con la marihuana que le proporciona un cura y que ha decidido poner fin a su suplicio mediante el suicidio asistido por una especie de ONG partidaria de la eutanasia. Pero es que en la casa se nos mete el autor, supuestamente para tomar apuntes para un artículo periodístico o escribir una novela, que ni él lo tiene claro y así le resulta. Perdemos a Julia en la historia, quien pasa a un segundo plano, y comenzamos a seguir las narraciones de la enferma que se desahoga con Millás, quien nos interrumpe constantemente el relato con sus propias cuitas, autor estorboso que quiere estar en todas las sopas, que si se hubiera quedado con el papel de narrador omnisciente no aparecería tanto mirándose el ombligo. Total para no sacar nada de los personajes que va creando, o con los que se va cruzando, porque pese a no quitarse del medio tampoco entra de lleno en sus vidas.
En conclusión, que no me ha gustado el libro. Me da la impresión que el autor tenía varias ideas para escribir varios libros, apuntes de personajes y de historias y que, al final, para publicar la obra, ha juntado todo y la cosa no acaba de funcionar.
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