sábado, octubre 10, 2015

Vigésimo séptimo libro 2015: "El urinario", de Lorenzo Silva.

En realidad es el vigésimo octavo pero como el comentario a La chica del tren no acabo de cuadrarlo, he colado éste.
"El urinario" es un libro corto y con bastantes años (es de 1999, que ya fue siglo pasado) que me animé a leer por lo llamativo del título, que no hace que imaginemos su temática a primer vistazo, y, claro está, por el nombre del autor, el padre de Bevilacqua y Chamorro, los miembros de la Benemérita a quienes he seguido en varios libros con la misma paternidad. En el prólogo Lorenzo Silva afirma que este libro forma una especie de trilogía temática (su trilogía "laxa") con "La flaqueza del bolchevique" y "el ángel oculto" y que es una forma de representar seres anodinos a quienes no se ha venido dando prácticamente ningún papel en la literatura.
Comenzamos la obra conociendo que el protagonista de la misma ha sido atropellado en el Paseo de la Castellana de Madrid (mal empezamos para que la obra acabe bien) y le acompañamos leyendo las dos cartas que, con aparente intención suicida, ha dejado al Juez y escribiéndolas en la habitación del hotel de Bonn donde asiste a un seminario sobre cambios legislativos en la Unión Europea enviado por banco para el que trabaja.
Aparentemente nuestro pre-suicida es un hombre de éxito que trabaja para un banco a cambio de un sueldazo, con una novia guapísima y con un tipazo que además es rica y lo quiere. En principio el futuro profesional, económico y familiar del protagonista no presenta sombras amenazantes. No obstante, mediante el relato del seminario (aburrido de narices, para mí) que nos cuenta con pelos y señales casi siguiendo su desarrollo y apuntes minuto a minuto (y un terrible sueño que nos sorprende entre medias) consigue transmitirnos el hastío que en el fondo sufre, el desencanto con su vida que parece que lo agarra solamente, o por lo menos más, cuando se mira al espero de un baño público. De ahí el título.
Nada es lo que parece y este anodino personaje que debería estar dando gracias al Altísimo con su tren existencial, parece ejemplificar al hombre actual que sigue las pautas marcadas por el ritmo laboral y profesional en boga y que cumple incluso los estándares que le llevan al éxito social, pero que no está a gusto consigo mismo, que siente que no ha conseguido nada a su edad (¡¡28 años cumplidos tres días antes!!) y que incluso piensa en acabar con todo. Pero como nada es lo que parece tampoco el final se parece al principio o el principio no tiene nada que ver con el final que esperamos, que viene a ser y no ser lo mismo.
Se lee bien y hace pensar pero no es un libro recomendado en caso de depresión, desempleo o descontento vital. Mejor leer otro más entretenido del mismo autor.

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