martes, septiembre 05, 2017

Noveno libro 2017: "Mi nombre era Eileen", de Ottessa Moshfegh.

No esperéis en absoluto el "thriller espeluznante, hipnótico y divertido" que promete la editorial para esta primera obra de Ottessa Moshfegh, ni que os cautive y perturbe la novela, salvo algunos ratos que lo que perturba es el estómago con alguna que otra referencia escatológica o con la mugre que impregna la vivienda y la vida de la protagonista. Ni resulta espeluznate, ni hipnotiza, ni me parece thriller ni, por descontado, es una obra divertida. Eso sí, seguí leyendo porque esperaba que pasara algo y que contara la vida actual en comparación con la que relata, o al menos, que pasara algo, e incluso no perdí la fe en ello aun cuando la avanzada numeración de la página me hacía prever que no llegaríamos a ningún sitio. A lo mejor eso es lo que pretende la autora, contarnos la fealdad de lo que fue sin paños calientes y sin que una existencia fea y gris sea otra cosa que eso, pero, salvo que necesitéis estudiar un caso para intervención social o así, no deberías perder el tiempo adentrándoos en la mísera vida que cuenta la desesperante Eileen.
La historia está narrada en primera persona por la protagonista que se supone que la escribe o la recuerda cincuenta años después de lo que relata cuando estaba a punto de marcharse del deprimente lugar donde pasó los primeros veinticuatro años de su existencia, al que se refiere simplemente como X-Ville, y cuando parece que iba a suceder algo importantísimo que tiene intención de contarnos.
La propia Eileen, cuando así se llamaba porque se supone que ahora es otra totalmente diferente hasta en el nombre, se describe a sí misma en las primeras páginas sin compasión (esquelética, con cicatrices de acné, insegura, mojigata, una don nadie, una marginada, alguien invisible) y su autoestima no se ve favorecida por la opinión que de ella tenía su padre, un antiguo policía viudo, borracho, cruel, agresivo y medio zumbado que, al contrario de la otra hija que vive fuera, la consideraba patética y sin ningún atractivo y respecto del cual Eileen oscilaba entre su autoimpuesta obligación de cuidado filial y el deseo de verle despatarrado y con el cuello roto al final de la escalera.
La Eileen de 1964, que ese es el año sobre el que nos habla la protagonista, trabajaba en una especie de reformatorio o cárcel para niños como ella la llama, donde el ambiente del funcionariado de oficinas no era terriblemente ameno, bebía tanto como su padre, comía como él comida basura, vestía con la ropa de su madre muerta, llevaba bajadas en pleno gélido invierno las ventanillas del coche (un Dodge cone el tubo de escape estropeado que la daba náuseas) con tal de no llevarlo al taller y ni el padre ni la hija eran demasiado amigos de la limpieza del hogar, con lo que describe la pocilga que tienen por cocina de forma no apta para estómagos sensibles. La autora no nos ahorra descripciones desagradables.
En las primeras páginas Eileen nos dice que nos va a contar la historia de su última semana antes de desaparecer, y lo hace, pero cuenta eso (del viernes de una semana al jueves de la siguiente que coincide con Nochebuena) y casi toda su vida pasada sin que en la misma encontremos nada agradable: su patético seguimiento de un guardia de la cárcel que le gusta, su costumbre de robar cosas en las tiendas, su triste vida laboral, los libros de la biblioteca que dice que le salvaron la vida, su afición a la bebida, la agresividad de su padre, la falta de cariño hasta en su infancia (tampoco de su madre)... hasta que aparece Rebecca en su vida, una mujer a la que Eileen ve al principio como el summun de la elegancia y que, pese a ser todavía peor que Eileen, la encandila de tal forma que supone un revulsivo en la historia que lleva a la parte del libro que haya hecho hablar de thriller a los encargados del marketing de la novela y que genera el desenlace final, que se desarrolla en poquitas páginas, una historia grotesca y surrealista si no fuera por las nefastastas consecuencias pero que parece suponer el empujon que Eileen necesitaba para salir de X-Ville.
Y el caso es que contando la novela me está pareciendo menos aburrida que me pareció leyéndola. En fin, ustedes verán, pero que si les cae algo más interesante y prometedor entre manos no considero de lectura ineludible este libro.

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