Guido Brunetti está mohíno y briboneras, cosa nada extraña ya que se trata de la aventura número veintiséis que le dedica Donna Leon, así que tras fingir un ataque al corazón para evitar que el agente Pucetti agrediera a un sospechoso, su dottoressa, a quien no ha engañado en ningún momento, detecta que el comisario tiene problemas y le prescribe una baja que, de acuerdo con Paola, la esposa de Brunetti, pasará en una casa familiar de los Falier, sus suegros, en la laguna pero fuera de Venecia, en chalet de la tía Constanza en Sant'Erasmo.
Cargado de libros por si en su destino no los había (Heródoto, Suetonio, Plinio, Eurípides) es recogido por Davide Casati el encargado de la propiedad que desde que se quedó viudo se dedica con fervor a la apicultura y que consigue que Guido se olvide por un tiempo de sus preocupaciones mentales para dedicarse a remar con él de colmena en colmena concienciandose de los problemas que atraviesan las abejas que están muriendo a miles sin que nadie parezca poner remedio a la tragedia.
Un día Davide aparece muerto, supuestamente ahogado, lo que sorprende a Brunetti dado que su nuevo amigo era un experto navegante que no hubiera podido sucumbir en el líquido elemento de forma fácil, así que el comisario comienza a investigar averiguando la importancia de un antiguo incendio, supuestamente provocado por una posible negligencia de Casati que se decía había estado fumando junto a residuos inflamables. Oscuros intereses comerciales de una empresa de tratamiento de residuos tóxicos comienzan a aflorar y el pasado de Davide vuelve al presente para llevar la trama a una investigación de las sucias argucias de empresarios sin escrúpulos que priorizan sus ganancias frente a los valores medioambientales.
Los libros de Donna Leon no son sólo novelas policíacas, casi siembre suele tratar un tema candente que introduce en la urdimbre de la historia para realizar una aguda crítica del poder, de las mafias, de la delincuencia de guante blanco, de la sobrecarga turística de espacios que debieran estar protegidos, de los delitos contra el medio ambiente, como en este que reseño, y en general problemas de la actualidad sobre los que caba consiguiendo que focalicemos nuestra atención por encima de la investigación policial.
No es el mejor caso de Brunetti y echo de menos el contrapunto humorístico y canalla de la signorina Elettra, que sale poco, pero la novela se deja leer y nos hace pensar.
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