No voy a perder mucho tiempo con la reseña porque el libro no me gustó nada. Dice el tal Lagercrantz que pone ya mucho de él en el libro, pues igual va a ser eso, que no me gusta cómo escribe, porque ya el anterior me decepcionó un poco y eso que contaba con lo que Larsson dejó escrito.
Lisbeth, que no aparece con tanto protagonismo como en los libros anteriores salvo al final, comienza la novela en la cárcel cumpliendo una condena mínima por la que en España ni siquiera hubiera entrado en prisión y la cumple en una cárcel de máxima seguridad, razonando el narrador que lo hace para que esté más protegida, argumento que me cuesta entender porque para que no corra peligro mejor sería no ingresarla en la cárcel en la que cumplen condena las presas más peligrosa. Y así pasa, a la primera de cambio, Salander se busca problemas por defender a otra presa víctima de abusos y agresiones. Y Salander sin ordenador, sin móvil,... como que no, aunque se las arregle.
La trama comienza con la visita del antiguo tutor de Lisbeth (el bueno) que le cuenta algo que la pone en movimiento comunicándose con Blomkvist para que investigue, que parece que el periodista no tiene tema para su revista si no se lo chiva la Salander, y el libro vuelve al pasado más pasado de Lisbeth (madre, padre, hermana,...) para traer al presente la supuesta causa por la que Salander es como es y tiene un dragón tatuado, desarrollando una historia de gemelos víctimas de un antiguo experimento en el que algunas víctimas les va mejor que a otras y vuelta sobre vuelta toca temas de corrupción económica y política a los que claro no puede ser ajeno el periodista del la serie, que me da que es el personaje que más le gusta al autor, por aquello de compartir profesión. Pero la trama no me parece coherente, vamos averiguando las cosas antes que pasen y el personaje que más me ha llamado la atención es una mala malísima que aporta algo de vidilla al relato. Por lo demás, dicen que le queda un sexto libro pero no se si me atreveré cuando Lagercrantz lo perpetre.
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