Los perros duros no le bailarán el agua a nadie pero yo tampoco hoy a Pérez-Reverte, que espero esté entretenido en Twiter y no tenga noticia de mi blog. Y es que su último libro me ha dejado un sabor agridulce, tirando más a agrio que a dulce.
Leí Online el principio de "Los perros duros no bailan" y me esperaba más de lo que me he encontrado. Esperaba una novela negra con protagonistas perrunos y, aunque mucho de ello tiene, no pasa de ser un divertimento en el Pérez-Reverte aprovecha los ladridos de los personajes de la novela para contar la misma historia de siempre con los mismos personajes estereotipados que le gustan: protagonista masculino, muy macho, con mucha historia a sus espaldas, amigo de sus amigos, terrible con sus enemigos y con principios muy suyos de los que se siente orgulloso y que defiende preferiblemente de manera violenta. Los perros que no reúnen los requisitos de masculinidad perruna los considera maricas o causan risa.
Esta vez el protagonista es un perro, pero salvo por lo forzado de utilizar "ladridos", "lametazos", "chocar la pata"... podría ser cualquier otro de los personajes humanos de otro libro de Pérez-Reverte.
Por contra, los personajes femeninos, las perras del libro, no tienen término medio: si se dejan montar por todos son "putillas" y la que nos se deja montar por cualquiera es una "feminista resentida". Para que una perra merezca respeto tiene que ser única, no sirve cualquiera y por eso en el libro sólo hay una.
Respecto de la historia, no da para mucho, si bien, casi todas las novelas de Pérez-Reverte, resulta entretenida y se lee rápido (también porque es muy corta) pero me molestaban las repeticiones en las frases y comportamientos de los perros, que vale que el perro marque su territorio, pero tampoco hay que decir "aquí estuvo..." cada vez que lo haga. Además, no acaba de decidirse la cosa, si son perros que no dominan el lenguaje de los humanos, cómo es que conocen su historia y sus personajes y casi leen el periódico; pero claro, en los dibujos animados todos los animales hablan, entienden y algunos se comunican con los humanos, aunque resultan en el libro contradicciones bastante evidentes al respecto.
La trama tampoco da para mucho: el Negro, el perrazo protagonista de la historia, con un relevante pasado en las peleas de perros, sabe de la desaparición de un muy amigo suyo y de otro perro que conoce y decide buscarlos. Pronto necesita hacer uso de sus habilidades como luchador, y, aunque desde el principio se describe como no muy listo, no acabo de entender que deba meterse en la boca del lobo para rescatar a sus amigos. Pero en eso consiste la cosa.
Lo que más me ha gustado es la descripción de los personajes: el perro filósofo, la argentina, la novia del perro desaparecido que gusta también al Negro... Lo que menos, el machismo de que hace gala la narración, ya que, aunque sean perros y, como dice el protagonista, no necesiten ser políticamente correctos, no deja de resultar sorprendente la afirmación, pues parece que no fuera concebible una masculinidad que no fuera machista y que la otra posibilidad para los machos sólo fuera hacer el paripé para no parecerlo en exceso.