Uno o dos Nothomb al año no hacen daño. Son cortos, originales y no decepcionan, pero al ver que ya en la primera línea aparece una vidente se me vino a la cabeza la de "El cielo ha vuelto" que leí hace poco y estuve a punto de no seguir, que dos videntes en tan poco tiempo podrían acabar con mi paciencia.
Pero seguí leyendo y al ver que Madamen Portenduère, la vidente, no tenía más intervención en la novela que su pronóstico inicial, me tranquilicé y disfruté del guiño a Oscar Wilde de esta nueva cápsula del genio de Amélie Nothomb.
El conde Neville del título pertenece a una familia venida a menos (su padre por lo menos era abogado, pero el protagonista de la novela no parece dar palo al agua) que está a punto de vender su castillo como única solución para seguir viviendo del cuento, no obstante lo cual, su única preocupación importante parece ser que su última garden party esté a la altura de siempre como el acontecimiento social más grande de las Ardenas belgas que ha venido siendo hasta la fecha. Que bien parece que Neville no sirve para otra cosa que como anfitrión de esa fiesta.
El conde ha recibido una llamada de la vidente porque la noche pasada encontró en el bosque muerta de frío a Sérieuse, la hija pequeña de Neville, a quien ni su esposa ni él habían echado de menos. Tras realizarle algunas recomendaciones para que se interese sobre "las vivencias" de la pequeña, que en su día fue la alegría de la huerta y ahora casi ni habla, Madame Portenduère le vaticina que en su próxima recepción matará a uno de los invitados, pese a lo cual todo irá de maravilla.
Neville se preocupa en primer lugar sobre la causa por la que su hija salió a escondidas para dormir en el bosque, pero enseguida pasa a ocuparse de lo que en realidad le afecta: la posibilidad de asesinar a un invitado en su propia fiesta, delante de la crème de la crème, siendo su condición de anfitrión aquello de lo que más orgulloso está y, sobre todo, no puede dormir pensando en las consecuencias del acto en sí, no precisamente de las consecuencias penales, sino de cómo afectará a su relación con sus iguales el hecho de haber cometido un crimen en público. No soportaría que le dejaran de hablar o le apartaran de la sociedad a la que considera que tiene derecho a pertenecer.
La niña, que es la única inteligente de la casa y atraviesa una adolescencia trágica y desesperada, ofrece una posible salida al dilema de su padre que estudia la muerte de cuál de sus invitados le supondrá menos repercusiones sociales. No os voy a descubrir la aparentemente descabellada idea de Sérieuse pero el padre se lo llega a plantear en serio, si bien los absurdos razonamientos de Neville, bordeando la tragedia, llegan a provocarnos la risa. Sus dilemas morales, su preocupación por las apariencias y el que dirán, por seguir perteneciendo al ambiente nobiliario en el que se nació, a costa de lo que sea, convierten a Neville en un personaje a la vez original y estereotipado y a la novela en un divertimento que incluye una crítica mordaz de ese mundo al cual la Nothomb no resulta ajena.
Muy entretenida, esta novelita admite muchas lecturas. Seguiré leyendo a esta autora que nunca deja indiferente.
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