Como los americanos de los EE.UU. no tienen mucha historia ni grandes epopeyas de las que tirar, a cualquier cosa lo llaman fábula o leyenda. Fue lo que pensé cuando acabé de leer este Oeste hasta que comprobé que su autora había nacido en Gales. Pero como ha vivido mucho tiempo en Nueva York y también a los galeses les llevamos algunos siglos de adelanto, pues también sirve.
Como no quedaron muchos indios para contar su historia ni los que llegaron después dejaron de la época demasiado escrito, pues parece que a veces se tira de Hollywood para recrear ciertas historias, así que cuando alguien cuenta algo diferente, pues sorprende, así que imagino que es lo que ha pasado con este librito, que resulta fresco. Pero, de ahí a las frases de la faja que lo recubre... hay mucho trecho.
La novelita no está mal pero no deja de ser una especie de cuento largo que relata la historia de un tal John Cyrus Bellman que, tras la muerte de su esposa, decide seguir los pasos de la expedición que llevaron a cabo entre 1804 y 1806 Meriwether Lewis y William Clark, miembros del ejército americano, promovida por la Sociedad Filosófica Americana presidida entonces por Thomas Jefferson, el que fue presidente, pues tras la compra de la Luisiana se les despertó el afán colonizador hacia el Oeste y primero había que ver qué y, sobre todo quién, había por allí.
Pero el señor Bellman sigue la expedición porque cree a pie juntillas que si sigue más al oeste podrá encontrar vivos animales del tipo cuyos huesos encontraron los expedicionarios y que, por la descripción ,deberían ser nada más y nada menos que mamuts.
Pero el señor Bellman sigue la expedición porque cree a pie juntillas que si sigue más al oeste podrá encontrar vivos animales del tipo cuyos huesos encontraron los expedicionarios y que, por la descripción ,deberían ser nada más y nada menos que mamuts.
Pues eso, que la criatura no tiene otra cosa que hacer que dejar a su hija Bess, de diez años, y su explotación de mulas en manos de su hermana y partir hacia el oeste con la compañía de un indio bastante poco atractivo y que, aunque se oriente mejor, tampoco conocerá el terreno. Eso sí, le sale barato porque le paga con espejitos, botones, baratijas y ropa de su mujer.
Nos quedamos siguiendo la expedición con los planos que consulta en la biblioteca la niña, sufriendo con ella lo que no está escrito cada vez que un vecino con deshonestísimas intenciones se le acerca. Y a la vez que acompañamos al aficionado a explorador en su insensata travesía hacia el Oeste donde no creo cometer spoiler si os digo que no encuentra mamuts vivos y lo milagroso es que no se lo carguen a la primera de cambio. Bueno y que realicen todo el viaje sin que ni el indio aprenda una palabra de inglés ni Bellman ni una del idioma de su compañero de penas.
Está entretenido y es corto, así que se lee bien, pero tampoco me parece el libro del año.
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