Muy decepcionante el último Jaritos de Márkaris. Flojito, flojito. Vamos, que hasta averigüé la autoría de los crímenes, que creía que sería para despistar y todo.
La trama es pobre, el desenlace ridículo y encima mi Kostas no sólo asume temporalmente la jefatura de la comisaría tras la jubilación de Guikas, su eterno superior, sino que de verdad quiere ascender y luego se pasa la novela entera contando al ministro y a otro superior más superior lo que se supone que está haciendo, que no es mucho. Y no es que no me parezcan loables sus aspiraciones profesionales, pero sí que contradice todo lo que antes había sido. Es un cambio en la personalidad de uno de mis policías favoritos que me ha hecho pensar en traición, aunque, tratándose de un personaje literario, me imagino que no tiene mucha razón de ser y hasta los personajes tienen derecho a cambiar y ya había empezado a hacerlo en su anterior novela en la que ya incluso se llevaba bien con su mujer. Pues en esta incluso ya sale a cenar con las amigas de Adriani. Y, sorprendentemente, el tráfico ya no es un problema para Jaritos con lo que la circulación por Atenas deja de ser protagonista de la novela porque no nos encontramos con atascos y nombres de calles a cada página. El Seat de Kostas parece superar los obstáculos y sino coge uno de los vehículos policiales que tenga más a mano.
La trama se ocupa de una serie de asesinatos que tienen en común la universidad en la que los asesinados trabajan o trabajaron y aparentemente el móvil tiene que ver con el abandono de la docencia por su parte para dedicarse a la política con intención de regresar a las aulas cuando ya no tengan chance en lo público, una especie de puerta giratoria con la que nadie parece estar de acuerdo pero todos toleran, todos menos quien se ocupa de quitarlos del medio.
El desarrollo de la investigación no es un alarde de técnica policial y, como ya he dicho, Jaritos está más preocupado de quedar bien tanto con sus hombres, compañeros hasta hace dos días, y con sus superiores jerárquicos o políticos. Mientras tanto, cenas y más atracones de tomates rellenos y una gran noticia para la familia que no puedo desvelar. En fin, que pasable y poco más.
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