viernes, septiembre 27, 2019

Decimonoveno libro 2019: "El cuarto mono", de J. D. Barker.

Por todos sitios veía publicidad de "La quinta víctima", "la vertiginosa secuela de el cuarto mono", y yo sin haberme leído "El Cuarto Mono", así que un día que me perdí buscando pintura en el Carrefour y aparecí en el pasillo de los libros (que una tiene querencia, también es verdad), pues acabé llevándome en edición bolsillo el famoso mono que ahora reseño.
De primeras, la historia sorprende porque nada más empezar resulta que el supuesto asesino muere atropellado por un autobús cuando va a enviar la primera cajita blanca con una parte de la persona que ha secuestrado: una oreja. Porque este asesino es, como no, un asesino en serie, faltaría más en un thriller, y tiene por costumbre envíar primero una oreja de la víctima que tiene secuestrada, luego los ojos y por fin la lengua, para acabar matándola y abandonando el cuerpo. Así que, la trama parece centrarse en la carrera contrarreloj para encontrar a la chica secuestrada pues, una vez muerto su secuestrador, tampoco es cuestión de dejar morir de hambre y/o de sed a la secuestrada.
Empiezan la cosa despertando al detective Sam Porter que, como no, tiene alguna tragedia a sus espaldas que le tiene de baja en el servicio y que en principio no sabemos cuál es. Pues eso, que le despiertan porque resulta que este pobre hombre llevaba años detrás del asesino en cuestión y que si quieres arroz Catalina, que no ha habido forma de pillarlo, así que cuando el transporte público atropella a quien todos los indicios apuntan como "El cuarto mono", le llaman para que colabore en la investigación y, sobre todo, en la búsqueda de la secuestrada, que, como todas las víctimas anteriores, sólo es la persona que acaba muriendo, ya que el objetivo real del secuestro, mutilación y asesinato de esas personas, es lograr que alguien de su familia o entorno sufra y pague por algo que el asesino considera que hizo mal y debe ser castigado. Es decir, algo así como aprender en cabeza ajena o, en este caso, morir en cadáver ajeno.
Mientras los policías van dando palos de ciego e intentan con poco éxito averiguar el paradero de la chica, compartimos para nuestra desgracia su situación como secuestrada, que pone los pelos de como escarpias: con una oreja cortada, soportado música de rock a niveles inaguantables atada a una mesa de pies y manos, sin comer ni beber y percibiendo cómo las ratas campan alrededor suyo aproximándose peligrosamente a ella.
Y el caso es que el atropellado, además de la cajita blanca con la oreja y la dirección de la persona a quien va dirigida, lleva encima el diario de su vida, que tampoco ha sido lo que se dice "normal", diario que va leyendo Sam Porter de una forma terriblemente lenta para exasperación de quienes tenemos por costumbre leer más rápido y para desgracia de la investigación, porque el asesino va dando claras pistas y el policía, "tocado con su problema" y leyendo sólo a ratos no pilla una porque si se descuida no es capaz de terminarlo ni resolver el enigma.
La novela alterna el relato de la investigación, la situación de la secuestrada y la lectura del diario para hacernos sufrir a tres bandas, digo yo, que llevaba mosca desde las primeras páginas aunque la narración tiene giros, inesperados algunos, que despistan de las iniciales sospechas y que si Porter se hubiera leído el diario más rápido igual había acertado antes, que ya le vale.
En definitiva, el libro resulta entretenido y me han quedado ganas para aventurarme con el siguiente, aunque a veces la investigación policial deja mucho que desear.
Por cierto que el título tiene que ver con los famosos tres monos de no se qué templo de Japón que tienen alguna parte de su cara tapada con las manos, precisamente las que el asesino mutila, significando lo que no debe hacerse: las orejas (no oír), la boca (no hablar) y los ojos (no ver), al que añade el cuarto de "no hacer" que para el asesino supone acabar con la víctima para así castigar a quien quiere castigar y de ahí el nombre que dan al asesino y el título de la novela.
P.D. Y como las iniciales J.D. del autor me intrigaba he buscado su nombre en Internet y responden a Jonathan Dylan. Además vienen algunas fotos suyas en la red en las que aparece con una carilla con un no se si buscado aire de asesino en serie que casi asusta.

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