Al ver este libro me llamaron la atención dos cosas: la imagen de la portada, que me recordó a algún cuadro de Edward Hopper, y el nombre del autor que sobre tres pobrecitas vocales acumula consonantes como si no hubiera un mañana.
El título no me llamó la atención e incluso me predispuso en contra. Pensé en un relato de amoríos o alguna fantasía del autor sobre una antigua amante. Y nada de eso. Panorama de narrativas de Anagrama tampoco me ha defraudado esta vez.
El libro es muy bueno y la imagen de la portada no es de Hopper sino de Laura Knight, una pintora británica cuya obra tengo que investigar. Eso sí, el nombre del autor sigue teniendo doce consonantes y tres vocales. Por cierto que suya es la novela "El lector", que para mí era una película en la que Kate Winslet hacía un papelón por el que ganó un Oscar.
La obra tiene tres partes bien definidas incluso en los títulos que reciben: "Primera parte", "Segunda parte" y " Tercera parte". La que me parece mejor, con diferencia es la segunda.
En la primera parte un narrador aparentemente objetivo nos presenta a Olga de niña, una niña pobre, callada y observadora que al perder a sus padres pasa a vivir con su abuela paterna, una mujer dura que se cree superior por ser alemana y desprecia el origen eslavo la niña. El nacionalismo germánico desde finales del siglo XIX y gran parte de la primera mitad el XX es uno de los protagonistas destacados del libro.
Paralelamente conocemos a Herbert, un niño rico que sólo piensa en correr, y a su hermana Viktoria. Los tres parecen inseparables hasta que Viktoria marcha por decisión propia a un internado (donde acabará desarrollando su precoz fanatismo), quedando solos Olga y Herbert que poco a poco pasan de amigos a muy, muy amigos, y después se enamoran.
Que sí, que hay una historia de amor a lo largo de todo el libro, pero no es para nada moña, aunque en la primera parte me mosqueé bastante con Olga. Y es que me parece una mujer con muchas posibilidades y lo de estar siempre esperando a Herbert no me gusta un pelo.
Porque Herbert parece un culillo mal asiento que sólo piensa en viajar, cuanto más lejos mejor, primero como soldado en África, luego como explorador en Argentina y por fin como más explorador hacia el Polo Norte, aunque la cosa se le dé de pena. Y dejando siempre sola a Olga.
Con la excusa de que los padres de él no la quieren por pobre, que solo le dan el dinero justo y que teme que lo vayan a desheredar, Herbert nunca parece tener un chavo ni tiempo para formar una familia, aunque se funde una cuantiosa asignación en un superviaje por América, total para nada, que digo yo que hubiera tenido bastante para vivir más que decentemente sin necesidades en lugar de pasar penalidades, que empezó corriendo de pequeño y no paró.
Y, mientras, Olga, sola, trabajando de maestra, espera que te espera, a veces casi en la miseria y sufriendo las dos guerras mundiales sin su Herbert hasta que se queda sorda por unas fiebres y la despiden con 53 años, justo cuando la segunda guerra mundial alcanza su pueblo. Pero Olga se reinventa y comienza a trabajar como costurera, principalmente para la familia del que entonces sabemos que es el narrador, quien pasa a relatar en primera persona ya la segunda parte del libro en el que nos adentramos en la figura de Olga a través de sus ojos, ganando puntos en mi apreciación de su figura. Conocemos mejor lo que fue su vida desde la desaparición de Herbert y entrevemos alguna pista de su gran secreto, que no se descubre hasta muy avanzada la tercera parte y acompañanos a Olga durante el resto de su vida pero siempre desde fuera, hasta su final, momento en que el narrador decide investigar más hasta encontrar las cartas que Olga escribió a Herbert cuando se marchó al Polo y que siguió escribiendo aun a sabiendas de que no volvería, incluso muchos años después de saber que estaba muerto.
Y es en la tercera parte, a modo de novela epistolar, cuando acabamos de desentrañar a Olga en toda su grandeza.
En definitiva, son tres novelas en una para redondear la figura de la mujer que da título a la obra y un retrato de la convulsa época en la que vivió y de los peligros del nacionalismo, un repaso también del afán de algunos hombres por lanzarse a la aventura sin pensar en las consecuencias de sus acciones sobre quienes les ven partir, una forma, en definitiva, de conocer la historia a través del relato de quienes la viven a pie de calle, no de quienes tomas las grandes decisiones, sino de quienes las sufren e intentan seguir viviendo con sus principios y su punto de rebelión, como Olga.
Un gran libro, en definitiva. Tendré que seguir descubriendo obras de este autor que no conocía.
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