domingo, octubre 06, 2019

Vigesimotercer libro 2019: "Los eduardianos", de Vita Sackville-West.

Cuando me llegó este libro en el paquete de Bookish de junio pensé que podía ser un pestiño, no se por qué. 
Primero, que no me sonaba de nada el título, pese a que fuera escrito a principios del siglo XX y, segundo, que tampoco (para mi vergüenza) sabía nada de la autora, famosísima en su época, casi tanto como Virginia Wolf, algo más que amiga suya en algún momento de sus biografías. 
Pero me alegra decir que el libro me ha gustado mucho y, sobre todo, me ha supuesto una experiencia investigar sobre Vita Sackville-West, su familia, su obra (alguno de cuyos títulos me he apuntado para el futuro), su círculo de amistades y la época que refleja el libro con una aguda crítica de la misma por conocerla y "sufrirla" y alguno de cuyos parajes, condesa viuda incluida, me han recordado Downton Abbey, aunque en otro castillo: el Chevron de la novela, alter ego del castillo de Knole (si ello puede predicarse de un castillo), mansión que la autora, por ser mujer, no pudo heredar y de la tuvo que salir para dejar que el heredero disfrutara del mismo.
Antes de comenzar su relato hay una nota de la autora en la que, al contrario de la mayoría de las novelas que afirman el carácter ficticio de sus personajes para ahorrarse problemas y costas judiciales, Vita deja bien claro que "ninguno de los personajes de este libro es enteramente ficticio". Y parece ser que así era, pues en el momento de su publicación la novela fue un escandalazo porque, pese al cambio de nombres, y aunque ahora nos parezcan estereotipos de la época, muchos de los protagonistas de "Los eduardianos" eran plenamente reconocibles entre su pares e incluso podían reconocerse a sí mismos, lo que incrementó el éxito de la obra, que fue un auténtico bestseller.
El verdadero comienzo del relato es bastante original pues deja claro su libre elección como novelista del momento en que decide empezar la historia, pues lo considera un quebradero de cabeza pero acaba concluyendo que la elección es arbitraria y que pudiendo haber comenzado en otro momento lo hace, porque así lo quiere, un domingo 23 de julio de 1905 con el protagonista, Sebastian (sin acento, que es inglés), de 19 años, encaramado al tejado de su mansión -el Chevron que decía arriba- intentando huir de una de las múltiples fiestas que organiza su madre. A partir de ahí seguimos a Sebastian, familia, amigos, miembros de su clase social, esencialmente, aunque también conocemos otros personajes con los que se relaciona ajenos a la misma porque Sebastian no se acaba de ver encajando en el papel que desde la cuna le está designado, de propietario acaudalado con castillo y casi siervos que tendrá unos años de licencioso esparcimiento para acabar sentando la cabeza con una señorita bien de su círculo respetando el encorsetamiento que se le impone disfrutando de la libertad de su posición siempre y cuando no se salga de lo que le permite "el decoro" de clase, que ya es bastante porque Vita no deja títire con cabeza en su encarnizada crítica de las costumbres de una gente a la que conoce terriblemente bien.
Sebastian nos aparece como un adolescente tardío que no acaba de encajar en su mundo y que por influencia de Anquetil, precisamente uno de los invitados de su madre el día que empieza la novela, se empieza a plantear el por qué de algunas cosas, no obstante lo cual, va cayendo en el estereotipo de cabeza y cuerpo entero comenzando su trayectoria amorosa con una mujer mayor quien al estilo de "Las Amistades Peligrosas" va iniciándole en los principios del galanteo y las relaciones sexuales. Es caprichoso y exigente con sus amantes y se cree merecedor de todos los caprichos por lo que las va liando de a kilo. Siguiendo la relación entre el chico y la Lady vamos conociendo la doble moral que existe entre quienes hablan del tema y que cosas pueden o no hacerse según quién las haga y a quién.
Sebastian tiene una hermana, Viola, con un carácter distinto al de su hermano, más inteligente y crítica que él con el mundo en el que vive y que por el hecho de ser mujer la encorseta más que a su hermano, sobre todo porque además no parece estar a la altura de las expectativas de su madre sobre la apariencia física y el glamour que debiera tener una hija suya. Y que, pese a todo ello, es la que acaba rompiendo lazos y tradiciones antes que su acomodaticio hermano.
El relato no es una trama con principio, desarrollo y fin ya que se limita a seguir la trayectoria vital de los personajes, entre Chevron y Londres y entre el momento que decide que debe cogerlos hasta el momento en que decide que acabe la novela ,con un final abierto pero del que no podemos fiarnos muchos pues Sebastian ya ha dado bandazos semejantes y ha acabado volviendo al redil. Sobre todo el fin lo pone la conclusión del reinado de Eduardo VII, no en vano la novela se titula como se titula, punto de inflexión, en opinión de alguno de los personajes, en el cambio de época para la clase social protagonista.
Lo más interesante del libro son las descripciones de las costumbres y de los personajes, que con pocos pincelazos describe de manera magistral y en muy pocas palabras absolutamente geniales. El ambiente opresivo, las conversaciones triviales y repetitivas, los cotilleos, los tejemanejes amorosos,... un cuadro de una clase social cuyo status los propios miembros ya sospechaban a punto de acabar, aunque en el fondo confían en que tampoco cambien demasiado las cosas y puedan conservar su posición privilegiada.
Como Sebastian es un poco como Don Juan y tanto sube a los palacios como a las cabañas baja dejando memoria infausta, también conocemos algunos personajes de otras clases sociales como la mujer de un médico absolutamente deslumbrada por la clase alta, una amante bohemia que tiene bastante más claro que él lo que no puede esperar de Sebastian e incluso siguiendo a las criadas de su madre y alguna de sus amantes también percibimos las opiniones del servicio que trabaja más cercano a las señoras. Pero, principalmente, como adelantaba Vita a su amiga Virginia el libro está "rebosante de aristocracia".
Vita Sackville-West conocía perfectamente la clase que relata porque ella pertenecía a una familia aristócrata, hasta que la echaron del castillo familiar porque a ella no le tocaba heredarlo, aunque le podían haber hecho un hueco en alguna de las 365 habitaciones de la casita.
Su pertenencia de clase no le impidió, sin embargo, distanciarse de ella lo suficiente como para describirla con una agudeza digna de encomio. 
La escritora perteneció al famoso Grupo de Bloomsbury y fue una mujer polifacética que igual viajaba que escribía que diseñaba jardines y que, pese a estar casada y tener hijos, tenía fama de hacer a pelo y a pluma (no en vano fue inspiración para el Orlando de Virgina Wolf) y llevó una vida bastante libre para las convenciones de la época sobre todo para las mujeres. Hay cuadros y muchas fotos de ella, bastante seria en la mayoría, con apariencia bastante andrógina en algunas y terriblemente inglesa.
Y por cierto que tenía parte de sangre española en sus venas pues aunque su padre era un barón (el tercer barón de Sackville-West) su madre era hija ilegítima de otro Sackville-West y la bailarina Pepita Durán.

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