Me daba casi vergüenza (y sin casi) no haberme leído Patria, el libro que todo el mundo parecía haberse leído y que había que leer sí o sí, pero es que no encontraba cuándo. Quería dedicarle tiempo.
Después pensé que seguro que no "todo el mundo" que mencionaba el libro se lo habría leído.
Y es que parece que no sobramos quienes leemos. Cada vez constato más gente que es capaz de reconocer abiertamente que no le gusta leer, o que no lee nada, así sin ruborizarse ni movérsele el flequillo, sin decir siquiera que no tiene tiempo, que era antes la excusa estrella.
Y es que parece que no sobramos quienes leemos. Cada vez constato más gente que es capaz de reconocer abiertamente que no le gusta leer, o que no lee nada, así sin ruborizarse ni movérsele el flequillo, sin decir siquiera que no tiene tiempo, que era antes la excusa estrella.
Ya ni me asombro, que cada quien es cada cual; pero me da rabia que luego si yo digo que no me gusta, digamos por caso, bailar zumba, me miren con escándalo e intenten convencerme de los beneficios de descoyuntarme la cadera bailando.
Pero, a lo que iba, que por fin compré el libro, nada más y nada menos que la edición nº 31 (y hace ya casi tres meses) con lo que por lo menos comprarlo lo ha comprado la gente. Leerlo, lo que se dice leerlo, sólo conozco a mi amigo Pedro, que se lo leyó bastante antes que yo. Así que ya estáis protestando diciendo que también lo habéis leído o ya lo estáis leyendo. A ver si suben los datos de mi encuesta que tengo para mí.
Por cierto, que pensando, pensando, digo yo que no se deberían llamar ediciones a sucesivas tiradas de un libro si se mantiene igual que la primera, que serían nuevas ediciones si se hubieran publicado cambios sustanciales respecto de la primera y no cuando publicas más ejemplares sin cambiar nada. Pero, vamos, opinar por opinar. Que a las editoriales les debe emocionar eso de poner la escarapela con una pegatina con un número tan elevado, y hay que reconocer que éste lo tiene, así que si además de la enumeración de los diferentes premios que ha recibido el libro (el Nacional de Literatura, el Nacional de la Crítica, el Euskadi de Literatura, el Dulce Chacón y el Francisco Umbral) puede ponerle la pegatina de la "31ª Edición" y presumir además de "Más de 1.000.000 de lectores" (digamos compradores del libro, que sería más preciso), pues mejor que mejor.
Y el caso es que, recordando con perspectiva, creo que no me atrevía con el libro por temor a que después de tanta fanfarria alabándolo, la obra me decepcionara. Eso y que tiene 646 páginas, glosario de euskera incluido.
Pero no. El libro es estupendo. Es muy, muy bueno y me ha retrotraído a los años que subíamos mucho al País Vasco, pese a lo que pasaba, siendo testigos de parte de lo que Patria refleja.
Es un retrato de la vida allí durante años contada por sus protagonistas de a pie, desde todos los lados y con una sinceridad y una claridad que pone los pelos como escarpias, sobre todo porque, aunque se trata de ficción, parece que cuenta el día a día que se vivía como si lo contaran testigos reales.
Es un retrato de la vida allí durante años contada por sus protagonistas de a pie, desde todos los lados y con una sinceridad y una claridad que pone los pelos como escarpias, sobre todo porque, aunque se trata de ficción, parece que cuenta el día a día que se vivía como si lo contaran testigos reales.
Lo dicho, muy, muy bueno, y eso que en las primeras cincuenta páginas ya parece que sabes todo lo que ha pasado y piensas que el libro no tendrá intriga y ya no puede suceder nada. Y sí, en las primeras páginas conocemos el suceso que condiciona toda la obra y que enfrenta a dos mujeres que fueron amigas del alma, y por ende a sus respectivas familias, hasta el asesinato por ETA del marido de una de ellas en la puerta de su casa y el hecho de que el hijo de la otra sea miembro de la banda y haya sido visto esos días por las inmediaciones. Una muerte, que vista desde fuera o en las noticias sería una de tantas de las que perpetró la banda terrorista, pero que leyendo Patria vemos cómo cada muerte afecta no sólo a la víctima, su esposa o su familia directa, sino a todo un pueblo, a todo un país.
La novela es una obra coral que, aunque contada en tercera persona, van relatando las distintas personas a quienes afecta directa, indirecta o trasversalmente, el asesinato del Txato, desde la perspectiva personal, familiar y política de cada una.
Son básicamente dos familias, las de las dos antiguas amigas, Miren y Bittori, a quienes la muerte separa y enfrenta desde muy diferentes posiciones y con diferentes enfoques de la situación, que además va evolucionando según pasa el tiempo y va cambiando la realidad histórica en la que viven. Y nadie parece poder escapar a las consecuencias de lo sucedido por poco afectado que pudiera parecer al principio, cada uno de una forma pero todos ven su vida condicionada por lo que pasó y no pueden superarlo.
La consideración como víctimas de los familiares del muerto que, además de su pérdida, deben soportar el desprecio, el silencio cómplice del pueblo y casi sentirse culpables, hasta que pasados los años y después de haber tenido que marcharse incluso, van consiguiendo remontar y sentirse de alguna forma legitimados a volver a su pueblo.
La perspectiva del terrorista que se considera a sí mismo como un héroe, aunque sea un simple que se cree la propaganda de ETA y justifica sus asesinatos como lucha en favor de su pueblo sin que sepa siquiera para qué quiere la independencia ni por lo que realmente mata, sin empatía ninguna por las víctimas, y a quien los años de cárcel y la evolución de la organización a la que pertenece le acaban machando.
Su familia, cada uno a su modo, unos defendiéndolo a muerte, como su madre, otros sufriendo, otros intentando eludir la situación o enfrentarse, pero sin que nadie pueda vivir ajeno a ella.
Su familia, cada uno a su modo, unos defendiéndolo a muerte, como su madre, otros sufriendo, otros intentando eludir la situación o enfrentarse, pero sin que nadie pueda vivir ajeno a ella.
Los personajes mezquinos del pueblo que bien apoyan directamente a ETA justificando sus crímenes o bien caminan sin sentirse responsables de su participación en ellos, aunque, como en el libro, colaboraran en la transmisión de la información que necesitaban los asesinos para perpetrar sus atentados. El silencio, el apoyo a ETA, el negar la palabra a la familia siguiendo las consignas,... El ambiente opresivo, la sensación de angustia... de los que nadie parece poder escapar pues no implicarse no era una opción ya que suponía significarse como no afín y ponerse en el punto de mira de ETA. Genialmente conseguido, incluso el acento, porque leyendo parece que estás oyendo la forma de hablar de allí.
Una novela con una visión poliédrica que sin embargo consigue que veamos la realidad compleja y diversa que se vivió durante muchos años en el País Vasco y que todavía se deja sentir.
Porque eso lo plasma Patria de una forma espléndida contando la Historia con mayúsculas desde la historia particular de gente normal, algunas sólo aparentemente, porque ojo la Miren qué poco de positivo se le puede extraer.
Y, por cierto, que además la novela tiene su intriguilla que deja flecos dudosos que sólo se saben al final.
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