sábado, diciembre 21, 2019

Vigesimonoveno libro 2019: "El negociado del yin y el yang", de Eduardo Mendoza.

Nunca creí que iba decir que un libro de Eduardo Mendoza no me había gustado, pero éste no es solo que no me haya gustado es que a ratos me parecía una tomadura de pelo. Aburrido, simple, sin trama y sin aprovechar los momentos históricos en que se desarrolla para mejorar algo la idea. Plano.
Y eso que si como se anunciaba formaba parte de una trilogía dedicada a las Leyes del Movimiento de Newton, al ser el segundo de tres, le tocaría la dinámica. Pues de dinámico no tiene nada. O no se lo he visto yo, que también puede ser. O que me ha pillado con poca fuerza lectora, que si, como Newton decía, es directamente proporcional a la masa y a la aceleración, debí imprimir poco empuje a la masa del libro y se me quedó sin fuerza.
Salvo de lo de las leyes no se refiera a las de Newton sino precisamente a las de la medicina china sobre el yin y el yang, que se enuncian tal que así:
对隶, 护根, 小胀, 转化 
Entonces... yo me callo.
Pero bueno, que la novela sigue con las andanzas por el mundo de Rufo Batalla, el protagonista de "El Rey recibe", la primera obra de la trilogía. Y andanzas son porque se mueve, ¡y cómo!, en el espacio pero lo que es mentalmente el personaje no se mueve, sigue tan pánfilo o más que en la primera novela y pese al momento histórico tan emocionante en que se desarrolla (el final de Franco y el principio de la transición) nada implicado con nada de lo que sucede en ninguno de los sitios por donde pasa.
Con Franco a punto "de rendir la vida ante el Altísimo", Rufo deja Nueva York para volver a Barcelona, pero en Barcelona está minuto y medio. Acepta una propuesta que no acaba de estar clara del otro protagonista de "El Rey recibe", el supuesto pretendiente al trono de un país imaginario que le pide que recoja en su nombre una cosa en Japón. Y allá que te va Rufo sin nada mejor que hacer, ni ganas. Un Rufo, por cierto, que en el otro libro me había imaginado de familia de medio pelo tirando a pobre y resulta que podría seguir sin trabajar el resto de sus días viviendo de las rentas.
No acabamos de enterarnos de qué va el rollo en que lo mete Tukuulo y aunque parece correr peligro, tampoco vemos al protagonista terriblemente asustado. Él, a lo suyo, dejándose seducir por la primera con la que se cruza (sigue siendo hombre fácil pero sin que la contraparte se sienta muy obligada a seguir con él después) y desplazándose sin ton ni son de lado a lado para no sabemos qué. El mundo va cambiando a ojos vista, tanto en España como fuera. Nueva York ha cambiado, Japón se prepara a convertirse en gran potencia,... y Rufo pasa por todos lados sin dejarse afectar por esos cambios, abúlico y sin proyectos.
En este libro interactúa más con su familia: su madre, viuda, al haber fallecido el padre de Rufo, dejándoles bien resguardado el riñon, su hermano, otro tan abúlico y simple como Rufo pero con más espíritu que él y que vive en Alemania, y su hermana, con diferencia la más emprendedora de la casa, con visión comercial y de futuro y que es quien pretende achuchar a Rufo para que haga algo. Y Rufo, viaje para acá, viaje para allá, que si me enamoro de la japonesa y no la encuentro, que si tengo que hacer algo pero no lo hago, que si sí, que si no, que si nada.
Creí, que no terminaba el libro y no es excesivamente largo, pero se me hizo largo y soso. Y sin humor, que cuando lo usa Eduardo Mendoza es terriblemente divertido. 
No se si me atreveré con el final de la trilogía cuando se publique, que será que sí, que me conozco, pero como sea igual de aburrido, ya le vale, que como no me entretenga soy capaz de hacerle la cruz. Y con lo bien que escribe, me fastidiaría. Pero no porque esté bien escrito tiene que gustarme si no me entretiene. 
En fin, ya veremos, que adelantarse no es bueno cuando todavía no hay nada delante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de leer el libro, he repasado las criticas de distintos suplementos culturales (ABC, ElPais, El Mundo) y para mi sorpresa todos hablan del libro con admiración. Admiro otros libros de Eduardo Mendoza, pero este me ha parecido pésimo y lo digo con pena. Al leer por fin tu reseña he visto aliviada que también te había parecido un libro plano y sin interés, ni gracia. Me has hecho sentir menos rara. Gracias Marinieves.

Marinieves. dijo...

Pues me algro igualmente. A veces, cada vez más, tengo la sensación de que las reseñas de los "culturales" son simple publicidad pagada por las editoriales y, claro, siempre son buenos. Además también me parece que hay como pactos de no agresión contra según que autores para no ofender a según quién.
Me gustaría que:
1º) Se leyeran los libros antes de lanzarse a las alabanzas.
2º) Fueran lo suficientemente sinceros como para que su opinión no fuera siempre elogiosa, si la obra no lo merece.
3º) No se limitaran a un grupito de autores de cabecera y se abrieran a novedades (que no sean lanzamientos editoriales), que sondearan un poquito.
Pero, bueno, yo por mi parte, como no dependo de nadie, no me lee mucha gente, ni me paga nadie por las reseñas (¡más quisiera!) pues serguiré opinando lo que me parezca, sea quien sea el autor. Y cuidado que me da rabia que me decepcionen mis autores favoritos.