El primer libro que leí de esta autora me sorprendió y me gustó mucho, pero éste ya no ha parecido tan original porque es algo así como más de lo mismo, un mirarse la autora a su ombligo pero hacia atrás en el tiempo. Aunque sí que me ha parecido interesante su recorrido personal por distintas ideologías, movimientos y personajes del siglo XX.
Me llama la atención el mayor significado que tiene el título de la obra en inglés, "Approaching Eye Level", acercándose al nivel de los ojos, más parecido a "mirándose de cerca" que es lo que creo que hace la autora consigo misma: no parece ponerse frente a nadie, como en el dibujo de la portada, sino frente a sí misma. Y no precisamente para ejercer autocrítica. Lo cual, bien pensado, tampoco está tan mal, que ya nos sobran criticas ajenas como para que encima nos pasemos con la autocrítica.
El libro se distribuye en capítulos que analizan distintas épocas de la juventud de la autora que pudieron suponer episodios relevantes para ella como experiencias vitales o, sobre todo, intelectuales.
Comienza con el capítulo que más me ha gustado por afinidad personal con alguna de sus afirmaciones: "Lo que significa para mí el feminismo". En él recuerda el impacto que supuso para ella conocer y entrevistar a mujeres relevantes del movimiento feminista en una época de ebullición, incorporándose al mismo "con fervor religioso", para acabar desinflándose al comprobar que lo que en principio pensó que sería una revolución liberadora no acaba suponiendo eso para ella.
Yo suelo decir que tenemos tan arraigados los estereotipos y las implicaciones del hecho de ser mujer que nos han inculcado desde chiquitinas, que romper con ello supone sacarse algo que llevamos en las tripas, con las dificultades y el dolor que conlleva. Vivian utiliza una frase de Chejov que traslada a su experiencia feminista: "otros me hicieron esclavo, pero tengo que sacarme al esclavo que llevo dentro, gota a gota".
El segundo capítulo, "Los Catskills en el recuerdo", rememora la experiencia de su trabajo como camarera, mientras conseguía su licenciatura en el City College, en un circuito de hoteles y bungalows en los montes Catskills, conocidos como "el cinturón Borscht" o "los Alpes judíos" por ser lugar su destino principal de vacaciones en tiempos de antisemitismo en EE.UU.
Trabajaba hasta el agotamiento en una actividad en la que afirma que sintiéndose tonta se volvió inepta y que fue ese tiempo, y no las tempranas enseñanzas socialistas de su padre, lo que la convirtieron en marxista. Aprovecha para repasar los distintos tipos de relaciones de las chicas que compartían trabajo con ella, desde la plena libertad sexual a la mojigatería, las escapadas nocturnas y la lucha por conseguir las propinas intentando "ascender" consiguiendo el mejor sitio en el comedor donde se sentaban los clientes más adinerados.
En "Homenaje", Vivian repasa su vida intelectual junto a Rhoda Munk, una feminista olvidada para la historia u oculta con nombre ficticio ya que no he conseguido averiguar casi nada en Internet que no sea lo que se recuerda en el libro que reseño, y con la que la autora se ilusionó muchísimo para acabar decepcionándose del todo cuanto comprueba que no es amiga intelectual suya en exclusividad sino que mantiene ese tipo de amistad con mucha más gente. Parece más un ataque de celos que otra cosa. La Gornick se cree más merecedora de la estimación de Rhoda que ninguna otra persona, sobre todo cuando espera que van a convivir unas vacaciones solas, leyendo e intercambiando opiniones inteligentes sobre el libro "Mujer y autoridad", que supuestamente Rhoda había publicado (digo supuestamente porque tampoco parece existir un libro con ese título) y sobre la nueva obra que no termina de arrancar, pero la cabaña donde están acaba pareciendo el metro en hora punta.
"Universidad: pequeños crímenes contra el alma", es el capítulo en el que Vivian se desespera porque necesita hablar y no encuentra a nadie a su altura. Dice que nada hace que se sienta más viva, y más en este mundo, que el sonido de su mente dándole a los engranajes en presencia de alguien que sea receptivo. Aunque a veces la comprendo, cuando parece que todo lo que encuentras para conversar son charlas de ascensor o gasolinera, pero lo que pasa es que parece que sólo habla ella y el resto tenga que decir Amén.
También escribe sobre las relaciones de pareja.
En el siguiente capítulo, "Vivir sola", Vivian parece volver al principio, a la diatriba entre la independencia de vivir sola y la necesidad de tener pareja, con los conflictos que genera lo segundo y la soledad que acarrea lo primero.
El capítulo titulado "Escribir cartas", rememora la historia de un jefe que tuvo su madre y que le escribía cartas, solo para expresarse, sin ninguna otra intención, y la autora compara los tiempos en los que se escribían cartas, con la meditación y ejercicio de redacción, pensamiento y expresión, con los nuevos tiempos del teléfono, con la rapidez y el olvido, pues las cartas pueden releerse y no así las conversaciones. Y eso que como la obra, aunque publicada aquí el año pasado, es de 1996, no las compara con Internet ni había nacido WhatsApp.
El último capítulo se parece más a las otras dos obras de Gornick que había leído en las que habla paseando. Se llama "En la calle: nadie es espectador, todo el mundo actúa" y vuelve a hablar de si misma. Nadie está a su altura. Vuelve a salir a la calle, necesita calle y necesita hablar, necesita seguir sintiendo lo que ella llama "amistad neoyorquina" que para ella es "un aprendizaje en el arte de debatirse entre la devoción por la melancolía y la atracción por lo expresivo".
Relata contactos rápidos, frases escuchadas al cruzarse con la gente, meditaciones mientras camina... Y cuando llevas todo el libro pensando que se pasa la vida criticando Vivian Gornick te sorprende leyéndote la mente al decir "Demasiada crítica, tendrías que haberme conocido hace diez años". Para ella "la crítica es muy reconfortante".
Y ya está, que, después de la reseña, acabo de descubrir que, pese a lo que pensaba mientras lo leía, resulta que el libro me ha gustado más de lo que creía.