viernes, marzo 27, 2020

Macguffin. Palabra aprendida hoy.

Estoy leyendo "Personajes Desesperados", de Paula Fox y como el prólogo de Jonathan Franzen me había generado tantas expectativas, aparte de fastidiarme parte del argumento, pues me está decepcionando bastante, así que he intentado buscar dónde está el quid que podría hacer del libro una gran obra literaria en lugar del tedioso recorrido (con una prosa elegante eso sí) por la insulsa y aburrida vida de unos personajes, no se si desesperados, pero sí poco interesantes. Por lo menos para mí. Así que buscando, buscando, en un blog me he topado, además de con otro panegírico de la obra, con una palabra que no conocía, lo cual me alegra ,ya que aprender palabras de las que no tenía conocimiento siempre me supone satisfacción, salvo que se trate de palabras que todo el mundo parece conocer menos yo, lo cual me pone de mal café.
La palabra en cuestión, que no se si conocerá mucha gente fuera del mundo de cine, aunque igual sí, es Macguffin, que según la Wikipedia también puede escribirse MacGuffin, McGuffin o Maguffin, y que no es un tipo de hamburguesa sino un recurso cinematográfico consistente en algo así como una excusa, un fin, un objeto, una persona, un objetivo que persiguen los personajes o una justificación de su proceder en la historia, pero que a la larga no tiene nada que ver con lo que se pretende contar o cómo actúan los personajes. Ponen el ejemplo del arca perdida en la primera película de Indiana Jones, la piedra filosofal de Harry Potter o la venganza que compele a actuar a Gladiator o a muchos otros personajes de ficción.
Pues bien, cuál se supone que es el Macguffin del libro que estoy leyendo: la mordedura de un gato, que ocurre al principio de la novela y nos acompaña, para mi desgracia, a lo largo de todo el libro, o eso parece, porque todavía no lo he terminado.
Aunque el recurso argumental existía de siempre, parece que el término lo acuñó, y lo usó mucho, Alfred Hitchcock, quien afirmó que "en historias de rufianes siempre es un collar y en historias de espías siempre son los documentos".
Por tanto, el Macguffin no resulta terriblemente relevante porque los personajes pueden buscar documentos, un arca perdida, una piedra filosofal o, en el libro que me leo, a la protagonista le podría haber mordido un perro en lugar de un gato, que la historia no variaría mucho o nada. Y para mí, me temo que seguiría siendo igual de aburrida que con el mordisco del pobre minino callejero al que no auguro buen fin visto lo visto, o leído lo leído.

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