Después de leer "Pandemia" en mitad de una pandemia me apetecía volver a terreno conocido y tranquilo, y leer a Camilleri es como volver a casa (aunque estos días, menos en casa, apetezca estar en cualquier otro lado).
Esta obra, que me he leído de una sentada porque no es muy larga y porque no me apetecía hacer otra cosa, resulta un poco atípica pero tampoco puede decirse que Camilleri, fuera de sus Montalbano, sea previsible. Escribió (todavía me cuesta hablar de él en pasado) casi de cualquier cosa, tocando todos los palillos y estilos y haciéndolo todo bien. Siempre logra sorprenderme.
La historia gira alrededor de una trama empresarial en la que el director general de una empresa, con una ética digamos que poco fina, pretende hacerse con otra, quedándose entre los dedos una buena tajada, aprovechando la crisis, la mala situación económica de la pequeña empresa que pretende absorber y el hecho de que su propietario tiene ya una edad y no concibe que le estén engañando.
Para Mauro de Blasi, que así se llama el director general, se trata de negocios y se considera un ganador. Tiene una mujer estupenda, aunque tirando a simple, pero no le hace ascos a ninguna otra, considerándose con derecho a acceder a toda la que se le ponga a mano.
En este libro de Camilleri hay un poco más sexo del habitual y casi nada de amor. Los hombres de la novela consideran a las mujeres como meros objetos de su placer o como conquistas, asumiéndolas como parte de su éxito en los negocios, o como medios para obtener un fin. La secretaria engañada por un gigoló, la mujer del jefe enamorada del subdirector de personal que sólo la quiere para lo que la quiere... todas deben estar accesibles mientras ellos quieran; eso sí, sin ninguna responsabilidad ni consecuencia no deseada.
Para las mujeres de la historia, y sobre todo para la que más conocemos en la novela, que es la esposa de Mauro, el cuento funciona de otra forma, ya que cuando quiere mostrar sus afectos, sacar a la luz sus intenciones para no seguir llevando una doble vida, la violencia explícita de ellos no tiene problemas en aplicarse de forma severa, sin que quienes la ejercen se crean culpables de nada, sino muy al contrario legitimados para ejercerla sin pudor como castigo a sus culpas (ellos no pecan), o por lo menos justificando su ejercicio, para luego pretender que ella olvide con un simple "perdóname, no se qué me ha pasado, yo nunca he pegado a una mujer en mi vida", e incluso queriendo tener relaciones después. Claro que la venganza que sigue a la ofensa se ejerce muy a la italiana.
El título de la novela puede venir por dos sitios, porque he leído que se relaciona con los a modo de ictus que le dan al director general de la empresa, que lo dejan en stand by durante algunos momentos importantes, pero yo veo más claro que tenga que ver con la referencia explícita a "la intermitencia" que realiza el subdirector cuando se da cuenta de que lo que para él es un mero escarceo sexual puede acarrearle la pérdida de su empleo y dejarle sin su prometedora carrera en la empresa. Propone entonces que ella considere su situación como una intermitencia, como un impasse en la vida con su marido, un entre el antes con él y el después de su affaire, porque desde luego lo que no desea es ningún compromiso con ella.
El siempre incisivo y crítico Camilleri nos lleva a ritmo de thriller a lo largo de esta historia en la que pocos personajes parecen merecer su respeto, ni el nuestro, salvo quizás el anciano engañado, ajustando cuentas a su antojo y repartiendo justicia (o no tan justa, a veces) de manera expeditiva, hasta el inesperado y abrupto final.
Para Mauro de Blasi, que así se llama el director general, se trata de negocios y se considera un ganador. Tiene una mujer estupenda, aunque tirando a simple, pero no le hace ascos a ninguna otra, considerándose con derecho a acceder a toda la que se le ponga a mano.
En este libro de Camilleri hay un poco más sexo del habitual y casi nada de amor. Los hombres de la novela consideran a las mujeres como meros objetos de su placer o como conquistas, asumiéndolas como parte de su éxito en los negocios, o como medios para obtener un fin. La secretaria engañada por un gigoló, la mujer del jefe enamorada del subdirector de personal que sólo la quiere para lo que la quiere... todas deben estar accesibles mientras ellos quieran; eso sí, sin ninguna responsabilidad ni consecuencia no deseada.
Para las mujeres de la historia, y sobre todo para la que más conocemos en la novela, que es la esposa de Mauro, el cuento funciona de otra forma, ya que cuando quiere mostrar sus afectos, sacar a la luz sus intenciones para no seguir llevando una doble vida, la violencia explícita de ellos no tiene problemas en aplicarse de forma severa, sin que quienes la ejercen se crean culpables de nada, sino muy al contrario legitimados para ejercerla sin pudor como castigo a sus culpas (ellos no pecan), o por lo menos justificando su ejercicio, para luego pretender que ella olvide con un simple "perdóname, no se qué me ha pasado, yo nunca he pegado a una mujer en mi vida", e incluso queriendo tener relaciones después. Claro que la venganza que sigue a la ofensa se ejerce muy a la italiana.
El título de la novela puede venir por dos sitios, porque he leído que se relaciona con los a modo de ictus que le dan al director general de la empresa, que lo dejan en stand by durante algunos momentos importantes, pero yo veo más claro que tenga que ver con la referencia explícita a "la intermitencia" que realiza el subdirector cuando se da cuenta de que lo que para él es un mero escarceo sexual puede acarrearle la pérdida de su empleo y dejarle sin su prometedora carrera en la empresa. Propone entonces que ella considere su situación como una intermitencia, como un impasse en la vida con su marido, un entre el antes con él y el después de su affaire, porque desde luego lo que no desea es ningún compromiso con ella.
El siempre incisivo y crítico Camilleri nos lleva a ritmo de thriller a lo largo de esta historia en la que pocos personajes parecen merecer su respeto, ni el nuestro, salvo quizás el anciano engañado, ajustando cuentas a su antojo y repartiendo justicia (o no tan justa, a veces) de manera expeditiva, hasta el inesperado y abrupto final.
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