martes, abril 28, 2020

"El Instituto", de Stephen King. El libro decimotercero de este año.

Que no, que no. Que no soy de Stephen King. Y encima con este libro que no se si va de ciencia ficción o de fenómenos paranormales con protagonistas adolescentes raritos. Que no, que no. Que me costó un horror acabarlo, que casi me cura mi tradicional predisposición al insomnio.
El libro comienza en un avión en el que viaja Tim Jamieson, un policía de Florida apartado del servicio (como los de la mayoría de las series, que no se cómo queda uno sin expedientar), quien, pese a dirigirse a Nueva York, aprovecha la oferta que realiza un agente que necesita coger el vuelo y vende su pasaje. Pareciera que la cosa iba de road movie porque Tim comienza a hacer dedo pero al hacérsele tarde cerca de un pueblo de Carolina del Sur se queda a dormir y, como no tiene prisa en seguir su camino, acepta un trabajo como sereno del pueblo, no con la idea de establecerse pero tampoco con ninguna otra. Y, pensando que iba a ser el protagonista, resulta que no volvemos a saber más de Tim hasta el último cuarto del libro, que ya se nos había olvidado.
Y, dejando al sereno haciendo su ronda, la novela sigue con el verdadero protagonista del libro, Luke Ellis, un super-niño, super inteligente y con algún punto rarete, que con doce años ya se lo rifan dos universidades (aquí andaría a palos con la ESO) y que cuando creía que, dado que el libro se llama "El Instituto", la cosa iría con que los padres no podrían afrontar la universidad o no querrían privar a su hijo de su adolescencia típicamente americana y lo mandarían al instituto del pueblo, pues resulta que lo secuestran en su casa y matan a sus padres llevándolo a otro sitio que, con el mismo nombre, tiene una función mucho más siniestra que un centro educativo de secundaria.
Luke amanece en una habitación dispuesta como lo estaba la suya propia en su casa y pronto descubre que ni está en su casa ni su mundo volverá a ser lo que fue.
Resulta que en el Instituto del título viven otros chicos y chicas que como Luke tienen poderes relacionados con la telequinesia, la telepatía o ambas. Nuestro chico a lo más que había llegado había sido a mover las cajas de una pizzas con la mente y, pese a su privilegiado intelecto, había sido un niño aparentemente normal que quería pasar inadvertido y que incluso ni parecía frikie. Pero, pese a ello, los malos malísimos habían visto su potencial y se lo llevan, no sabemos para qué hasta muy avanzado el libro (cuando estaba yo ya bastante hasta las narices de él).
Se pasan las páginas entre unas conversaciones simplísimas y las perrerías a las que someten a Luke y al resto de niños y niñas, un montón de pruebas médicas o pseudomédicas con las que los maltratan sin que ellos tengan idea para qué. Nosotros tampoco.
El caso es que la cosa no pinta bien porque si en la zona en que se encuentran es mala, la zona a la que los van a trasladar es peor y luego hay otra todavía más mala, así que piensan en escaparse usando métodos similares a los de sus captores y con ayuda de una de las empleadas del Instituto y nuestro Tim del principio de la historia, todo ello con gran despliegue de efectos especiales y destrozos sin cuento.
En fin, que el libro me aburrió bastante, la trama me pareció simple, errática y llena de reiteraciones y repeticiones y los personajes muy planos, así que he quedado un poco escaldada con Stephen King, al cual no se me ocurrirá acercarme en mucho tiempo.

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