Este libro se ha vendido como la secuela o la continuación de El Cuento de la Criada, de la misma autora, pero no es exactamente eso, ni la calidad de la obra tiene nada que ver con aquel título.
Margaret Atwood es Margaret Atwood y escribe muy bien, pero la originalidad del mundo, los personajes y costumbres creados en El Cuento de la Criada, la sorpresa y la impresión que nos dejan y que convierten el libro en una obra de arte, no funcionan en Los Testamentos. Este libro, aunque se desarrolle también en el imaginario país de Gilead y aparezcan personajes parecidos, no tiene la misma fuerza y no deja de ser otra historia y otras las perspectivas del relato.
El tiempo en que se desarrollan "Los Testamentos" es posterior al del cuento de la criada. La acción principal comienza alrededor de la fecha en la que Daisy, una de las protagonistas, cree que es la de su dieciséis cumpleaños, pero se la historia retrocede hacia atrás en el tiempo según vamos conociendo los tres relatos en los que básicamente se divide el libro, sobre todo en el relato de Tía Lydia que retrocede a un periodo incluso anterior al Cuento de la Criada. Los tres relatos se van sucediendo y mezclando en el libro.
Tía Lydia, ya bastante mayor y con estatua propia, está escribiendo una especie de memorias que se encabezan como "El ológrafo de Casa Ardua", una actividad peligrosa, ya que lo que pretende realmente es derribar el régimen de Gilead (el estado en el que viven, y que se encuentra en parte del territorio de lo que habían sido los Estados Unidos), contando cómo se fraguó y se estableció el sistema social que relegó a las mujeres a un segundo plano (o tercero o cuarto, dependiendo de la clasificación en la que resulten incluidas). No es que esté en contra del régimen como tal, sino que lo considera corrupto y por eso quiere contar la verdad, aun sabiendo que puede que no existe nunca el hipotético lector a quien dirige su escrito ya que puede ser destruido o puede no encontrarlo nadie.
Para quienes no hayan leído el Cuento de la Criada o visto la serie, las "tías", que en los códigos de vestimenta de Gilead eran quienes vestían de marrón, eran las únicas mujeres que podían seguir escribiendo ya que eran las encargadas de la Biblioteca Hildegarda en la que se custodiaban los Archivos Genealógicos de los Lazos de Sangre, vitales para que, con el sistema de procreación que imperaba en Gilead basado en el abuso de las criadas por los comandantes cuyas mujeres no podían tener hijos, no se acabaran casando entre hermanos. Vivían en Casa Ardua y muchas tías eran malas, malísimas. Se ocupaban de la formación de las niñas, sobre todo de las de los comandantes de más alto estatus, inculcándoles los conocimientos (entre los que no se encontraba la lectoescritura, considerada peligrosa para las mujeres) y los comportamientos adecuados para una mujer casada. A la vez, controlaban a las criadas intentando hacerles ver su rol como honorable, a veces a fuerza de torturas, para que el engranaje de la procreación permaneciera correctamente engrasado.
Por eso resulta sorprendente que precisamente Tía Lydia, una de las tías fundadoras, sea la que cuente la historia que previsiblemente provocará la caída de Gilead. Mediante la lectura del ológrafo de Casa Ardua conocemos cómo mujeres antaño independientes y de una formación intelectual muy completa llegaron a convertirse en tías que formaban niñas destinadas a convertirse en mujeres que fueran absolutamente lo contrario. Nos adentramos en las corrientes internas de Casa Ardua, donde las tías se traicionan a diario para mantener su cuota de poder en un mundo en el que las mujeres no tienen prácticamente ninguno, vemos la corrupción del sistema, los abusos de poder, los asesinatos encubiertos, el falso testimonio elevado a la condición de prueba reina en los juicios que llevan a unos ajusticiamientos salvajes que llevan a cabo las criadas, único desahogo contra quienes las relegan a la condición de vientres procreadores.
Paralelamente vamos leyendo los testimonios de dos chicas, la testigo 369A y la 369B, educadas en diferentes países con diferentes sistemas y tradiciones, la primera en Gilead y la segunda en Canadá, pero con más relación con Gilead de la que ella hubiera deseado nunca. Cada una tiene trayectorias diferentes pero acaban convergiendo en Casa Ardua, una porque no ha querido casarse y es acogida por Tía Lydia y la segunda porque es infiltrada en Gilead.
La verdad que la trama deja mucho que desear, no es nada creíble y no precisamente por reflejar un mundo distópico, sino precisamente por lo contrario. Parece un libro juvenil de aventuras. Y el final que "desvela" cómo aparecieron los documentos que llevamos leyendo toda la novela me parece una soplapollez. perdón por la expresión, pero a poquita historia que se haya estudiado, es posible ver la imposibilidad de que se encuentren precisamente los documentos que atestiguan lo que queremos que atestiguen.
Y además que no aparecen las criadas para nada, sólo tías, marthas, comandantes, alguna esposa, las niñas y las Perlas, mujeres entre misioneras y testigos de Jehová pero con hábito y collar de perlas que buscan en Canadá niñas a las que "convertir" a su fe y llevarlas a Gilead. Los personajes son planos, tienen una forma de ser y hablar y no cambian. Salvo quizá Tía Lydia, que es con mucho la más interesante de la novela con esa mezcla de malvada, traicionera, intrigante, vengadora... una mala malísima sin complejos en reconocerlo sobre el papel y que prefiere morir matando.
Pero el libro hay que leerlo para comprobar cómo personas que inicialmente fueron víctimas de un sistema se acaban convirtiendo en verdugos de otras, cómo hay mujeres que colaboran activamente en la opresión y discriminación de otras mujeres que viven doblemente sometidas a los hombres y al régimen dictatorial en el que viven, pese a lo cual muchas también defienden el sistema que se les ha inculcado desde el nacimiento criticando cualquier otro con más libertades.
En definitiva, parece que Margaret Atwood ha intentado explicar el mundo del Cuento de la Criada pero no es un libro redondo. No me ha acabado de convencer.
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