El título del libro contrasta con la nacionalidad de la autora,
desconocida para mí hasta que Bookish me envió su novela en diciembre del año pasado.
Nina Lykke es de Noruega, uno de los países famosos por su supuesto
estado del bienestar.
El libro recibió uno de los grandes premios en su país y fue libro del año en 2019. Físicamente, como todos lo de Gatopardo, es una edición muy cuidada, un libro pequeñito de los que me gustan, con hojas blanditas y suaves, y la historia me ha llamado mucho la atención y tocado algunas fibras en estos tiempos deprimentes.
La protagonista, que lo es casi en exclusiva pues conocemos la historia a través de su relato en primera persona, es Elin, una médica de cabecera que nos traslada su estado de ánimo, su desesperada situación vital y poco a poco su trayectoria personal y profesional, mientras se refugia en la consulta en la que trabaja, sin atender al teléfono móvil y durmiendo en la camilla, manteniendo conversaciones, fuera de la atención a los pacientes, con el esqueleto que tiene enfrente al que llama Tore.
Elin estaba casada con otro médico, aparentemente un buen partido, una buena persona y, aparentemente, un buen marido. Tiene dos hijas que ya se han independizado o por lo menos están fuera, vive en una urbanización que en su día presumió de bohemia, situada frente a otra de "gente bien", un barrio de gente que se juntaba a comer o a beber, despreocupada y sin mucha atención por la limpieza y el orden, lo que obligaba a la ordenadísima Elin a descolocar el salón y poner cosas por el medio cuando venían los vecinos para no parecer un ama de casa obsesionada por la limpieza. Su madre, que la tuvo sin querer ya muy mayor (pensaba que era la menopausia), no se ocupaba nada del tema hogareño lo que hizo que Elin se ocupara de todo y seguía haciéndolo sin ayuda de su marido, que hacía lo que ella le pedía, pero "no salía nunca de él".
Al principio del relato no sabemos qué ha pasado para que Elin, al borde de un ataque de nervios, prácticamente viva en la consulta, comience a decirles las verdades a sus pacientes, con las consiguientes reclamaciones y hable con un esqueleto de plástico, que le da réplicas, se burla de ella, la contradice y le chincha para que espabile. Parece que se ha separado y regalado la casa a su marido, porque en un momento dado se reencontró con su primer novio y comenzaron una relación clandestina que salió a la luz desencadenando la complicada situación que ha acabado en la consulta.
Poco a poco vamos sabiendo cómo era la vida de Elin, cómo comienza a sentir hastío, como empieza a beber sin medida, a ver serie tras serie, cómo comienza su desencanto y qué la lleva a contestar un mensaje en una red social de su antiguo novio, también casado, al que su esposa, que lo amenaza a cada minuto con divorciarse si no hace lo que ella quiere, e iniciar una relación de espaldas a sus respectivos cónyuges.
Conocemos a Bjørn, el amante, muy atento con Elin y con la corresponsabilidad en las tareas domésticas; a Aksel, el marido, más preocupado de su afición al esquí que de su mujer, y los vamos comparando y les vamos dando vueltas para conocer sus aristas e ir entendiendo los porqués, virtudes y defectos que sólo se obvian cuando se complementan. Elin compagina a ambos hombres y comienza a ser feliz. Deja el alcohol, adelgaza y disfruta de la vida. Pero, la cosa no dura mucho hasta que estalla y pone a Elin en el brete de decidir qué quiere con su vida en su quinta década.
A la par que su vida familiar, vamos conociendo la actividad laboral, la sucesión de pacientes con dolencias reales o ficticias, que se creen con derecho a que el sistema sanitario atienda cada demanda de atención sanitaria que consideren oportuna y que quieren que les mande al especialista, aunque no proceda o les recete medicamentos que no necesitan porque lo han visto en Internet y si no presentan quejas. El paciente quiere tener siempre la razón, la tenga o no. Y con humor negro y frases críticas contra el sistema vamos avistando que en el estado del bienestar noruego también cuecen habas.
Elin se encuentra en crisis, en el estado de malestar que da título a la novela y analiza su pasado, que la ha llevado de esposa y madre perfecta a tirar por la borda todo, el por qué trabaja en atención primaria, por qué no quiso trabajar en el hospital como su marido para evitar el politiqueo de puestos entre el que no quería desenvolverse, el cansancio que las horas de atención a los pacientes le está provocando, la desidia que a veces le genera. Ello a la vez que cuenta anécdotas graciosas, impactantes o incluso escatológicas como la del paciente de las hemorroides que no se había lavado el trasero en días. Elin, que no se encuentra en su mejor momento personal, va perdiendo la paciencia profesional, realizando una sátira del sistema en el que trabaja y del mundo en el que ha vivido, hasta que comienza a serenarse y pararse a pensar qué va a hacer. Aunque la salida no acaba de cuadrarme, pero es su decisión.
Si el protagonista fuera un hombre, creo que esa crisis de los cincuenta no hubiera tenido las mismas consecuencias que para Elin.
Me ha gustado el libro, me parece muy bueno y la forma de describir a los hombres de su vida, aportando una visión poliédrica que, lejos de esas descripciones planas y fijas que aparecen en algunas obras, consigue que les veamos como hombres reales y que lo que al principio nos parece idílico vaya mostrando partes oscuras y lo que nos parecía insoportable se nos haga más pasable. Y algunas frases memorables y la crítica social muy desmitificadora del elogiado sistema de vida nórdico. He disfrutado con la lectura. Y con la música, que se me olvidaba: muy buena música la playlist que venía en la caja.