Y también el libro que recomendaba en la revista: los cuentos de Eva Luna de Isabel Allende:
"Entre dos guiños a la Scheherezade de las mil y una noches Isabel Allende, ayudada por Eva Luna como narradora, nos cuenta veintitrés historias a las que da el nombre de “Los cuentos de Eva Luna” y que parecen responder a la cita que extraemos de uno de ellos:
“… hay historias secretas que permanecen ocultas en las sombras de la memoria, son como organismos vivos, les salen raíces, tentáculos, se llenan de adherencias y parásitos y con el tiempo se transforman en materia de pesadillas. A veces para exorcizar los demonios de un recuerdo es necesario contarlo como un cuento”.
“… hay historias secretas que permanecen ocultas en las sombras de la memoria, son como organismos vivos, les salen raíces, tentáculos, se llenan de adherencias y parásitos y con el tiempo se transforman en materia de pesadillas. A veces para exorcizar los demonios de un recuerdo es necesario contarlo como un cuento”.
Muchos de los cuentos están protagonizados por mujeres fuertes, fabulosas, voluptuosas y con una extraña manera de relacionarse con el mundo, con los hombres e, incluso, con los espíritus. Alguna de las historias, algunas de las frases, adelantan muchos de los temas y personajes que poblarán obras posteriores de la autora. Así, el cuento titulado “Clarisa” ya nos habla del “Retrato en sepia” que se publicará muchos años después, al incluir la siguiente frase “…siempre me pareció que estaba detenida en el aire color sepia de un retrato de otro siglo”.
Como en muchos otros libros de Isabel Allende los nombres de las protagonistas de las historias no son elegidos al azar sino buscados para que tengan relación con la trama. Los retratos son fabulosos, la prosa, bien construida, de una cadencia casi musical, el magistral uso de los adjetivos que dan vida a unos personajes, sobre todo los femeninos, muy ricos, con muchos matices y muchas aristas, narraciones épicas de vidas aparentemente anodinas, relatos donde se mezclan razas, donde se relacionan mundos normalmente separados e incluso contradictorios y, sobre todo, las pasiones dominando a los hombres y las mujeres que pueblan los cuentos hasta convertirlos en juguetes de un destino que no acabamos de explicarnos, hacen de los cuentos pequeñas obras de arte que pueden leerse por orden o escogiendo cualquiera de ellos para vivir una novela o acompañar durante su vida a un personaje en tan solo ocho o diez páginas.
Como en muchos otros libros de Isabel Allende los nombres de las protagonistas de las historias no son elegidos al azar sino buscados para que tengan relación con la trama. Los retratos son fabulosos, la prosa, bien construida, de una cadencia casi musical, el magistral uso de los adjetivos que dan vida a unos personajes, sobre todo los femeninos, muy ricos, con muchos matices y muchas aristas, narraciones épicas de vidas aparentemente anodinas, relatos donde se mezclan razas, donde se relacionan mundos normalmente separados e incluso contradictorios y, sobre todo, las pasiones dominando a los hombres y las mujeres que pueblan los cuentos hasta convertirlos en juguetes de un destino que no acabamos de explicarnos, hacen de los cuentos pequeñas obras de arte que pueden leerse por orden o escogiendo cualquiera de ellos para vivir una novela o acompañar durante su vida a un personaje en tan solo ocho o diez páginas.
Leer estos cuentos puede ser una forma de iniciarse en la vasta obra de una de las mejores autoras en lengua castellana para atreverse luego con obras más largas como la propia “Eva Luna”, “La casa de los espíritus”, “De amor y de sombra”, “El plan infinito”, la trilogía de “Hija de la Fortuna”, el ya citado “Retrato en sepia” e “Inés del alma mía” o literatura “más juvenil” como la otra trilogía que comienza con “La ciudad de las bestias”, “El bosque de los pigmeos” y “El reino del dragón de oro” o más intimistas como Paula. Una advertencia, Isabel Allende engancha, pero bendita dependencia la de la lectura".
No hay comentarios:
Publicar un comentario