Al principio pensé que no me iba a gustar pero acabé leyendo casi compulsivamente, aunque solo fuera para confirmar mis sospechas sobre la culpabilidad, que las confirmé, pero con la suficiente dosis de intriga como para que no me sintiera terriblemente decepcionada.
No me gustan los libros que parecen dirigirse a mujeres, y éste comenzó pareciéndomelo, y menos me gusta que la protagonista empiece cayéndome mal y así los sucesivos personajes que van apareciendo. Y, sin embargo, ésta historia no me ha disgustado, aunque tampoco me explico que sea el superventas que está siendo.
No es una novela coral, pero tampoco tiene protagonista único. Comenzamos acompañando a Rachel, luego seguimos a Megan y a Ana y también, aunque con menor dedicación, a algunos de los hombres de la historia, pero siempre desde el punto de vista de las mujeres que se relacionan o han relacionado con ellos, no en primera persona como los personajes femeninos.
Ninguna de las mujeres del libro parece estar muy centrada ni siquiera la que aparenta serlo. Rachel es alcohólica, como consecuencia de lo cual (o eso parece), sufre fallos de memoria que impiden que recuerde lo que hace cuando bebe pero siempre se siente culpable aunque no sabe si tiene alguna participación o es responsable de algún suceso que ocurriera encontrándose borracha.
Aunque la despidieron del trabajo, sigue yendo y viniendo a Londres a diario para que la amiga con la que vive no se de cuenta. Está divorciada pero sigue llamando a su exmarido, Tom, y mandándole mensajes por teléfono y correo electrónico varias veces al día, principalmente cuando ha bebido, para exasperación de la nueva pareja de éste, Ana.
En su diario viaje a Londres, el tren en el que viaja Rachel para en un semáforo cerca de la vivienda en la que había residido con su marido en la que él sigue viviendo, con Ana y la hija de ambos. Para no mirar hacia allí, Rachel mira hacia otra casa cercana en el patio de la cual suele ver a una mujer sobre cuya vida comienza a fantasear inventándole un nombre a ella y al hombre con el que vive montando en su cabeza una idílica película sobre la pareja que parece desmoronarse cuando ve que la chica besa a otro hombre y sobre todo cuando la mujer a la que mira desaparece.
La actitud de mera observadora, aunque obsesiva, de Rachel pasa a ser real al involucrarse en la historia e informar de sus observaciones a la policía ya que parece que ésta sospecha del marido de Megan, la mujer desaparecida, cuya tormentosa vida también seguimos con sus propias palabras. Aparentemente feliz con su marido (o eso percibe Rachel desde el tren), lleva una doble o triple vida y soporta un pasado que no sospechamos. Su propio relato nos va llevando de sospechoso en sospechoso como buen libro de intriga.
Entre trago y trago, Rachel las va liando de a kilo, mezcla realidad, ficción, imaginación, sueños y flashes de realidad que de vez en cuando hacen que recuerde episodios que no sabe si ocurrieron o no incluso de la famosa noche en que Megan desapareció y todo ocurrió. Toma contacto con el marido de Megan fingiéndose amiga de ella, discute con su exmarido, que parece un santo varón que soporta todo los problemas que le sigue dando su ex, tiene problemas con la policía y poco a poco vamos adentrándonos en una trama que nos va envolviendo y haciéndonos cambiar de opinión respecto de los personajes a cada paso, avanzando en una historia que, lejos del folletín de amores y desamores que casi esperaba, se acaba convirtiendo en un thriller sin detectives ni casi policías (los que hay no ven más allá de su nariz) que nos engancha.
Al final me acabó gustando y desde luego es recomendable para las psicólogas de los Centros de la Mujer. En la historia podemos ver ilustrada la dependencia emocional, la falta de solidaridad entre mujeres, las ideas preconcebidas sobre determinadas personas y relaciones, la tendencia a considerar enajenadas a las mujeres cuando su comportamiento afectivo o emocional no responde a lo esperado, la diversidad de reacciones masculinas al enfrentarse a los problemas o a sus parejas... También podemos ver modernas formas de control del móvil o el ordenador, ideas de psicología barata tenidas por verdaderas y que influyen en muchas preconcepciones, maltrato psicológico...
Pues eso, que no me parece tan estupendo como para que se haya vendido tanto, pero que el libro no está mal, así que hay que leerlo, ya que desde luego que resulta absorbente, casi adictivo, que comienzas a leer a leer y a lo tonto te has tirado un par de horas y sigues leyendo. No obstante, no se si tendrá ese mismo efecto en los lectores masculinos, que no salen bien parados, aunque la autora reparta leña para ambos sexos. Ya me contaréis.
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