Cuando ya había salido el último libro de Ruiz Zafón, en noviembre del pasado año creo, dando una vuelta por la zona de libros del Carrefour y tomando entre mis manos el ladrillo me puse a meditar sobre los pros y los contras de invertir casi veinticuatro eurazos en la compra de "El laberinto de los espíritus" rememorando los tres libros anteriores de lo que se suponía una trilogía y había devenido en tetralogía; y el caso es que "La sombra del viento" me encantó, "El juego del ángel" bastante menos y... ¿y el otro?... ¿y el otro?... pues que no me había leído el otro, así que salí del centro comercial con una escusa para no gastarme el dinero.
Pero, mira por dónde, a los pocos días y casi a la hora de comer se personaron en el domicilio familiar dos comerciales del grupo Planeta que con la gola de agradecer a mi hermano la compra en su día de la Enciclopedia Espasa (allende los días) venían a tener un detalle con él y de paso a intentar vendernos la Gran Enciclopedia Planeta. Y el caso que con el detalle me quedé yo puesto que se trataba de un lote de libros del grupo entre los que se encontraba precisamente el tercer libro de Ruiz Zafón: "El prisionero del cielo", sobre el que ya había preguntado a mi amigo Pedro que no me quiso quitar la idea pero me dijo que no le había gustado.
Como a caballo regalado no se le mira el diente, con libro regalado procedí a su lectura sin grandes expectativas ya que a "La sombra del viento" entendía que era difícil hacerle sombra. Y el caso es que ni fu, ni fa, que no parece ni una novela completa, que te quedas como esperando, esperando... y se acaba. Y es que me da la impresión que Ruiz Zafón sólo tiene un libro en la cabeza y va dándole vueltas y vueltas con los mismos temas y protagonistas y éste en concreto parece querer explicar cosas no contadas en los anteriores y preparar el siguiente pero sin grandes méritos ni de trama ni literarios, aunque Ruiz Zafón escriba muy bien.
El libro no es demasiado grueso comparado con los dos anteriores y el que le seguirá en la tetralogía, aunque tenga casi 400 páginas incluído el detalle de mal gusto que son las ocho páginas de elogios sobre los dos libros anteriores que introduce al principio, que bueno está el fajín ese que ponen con un par de opiniones de algún periódico o de algún novelista importante, pero ocho páginas con buen cuerpo de letra y una separación entre párrafos bastante alegre ya me parece excesivo.
La novela comienza en la Navidad de 1957 en la Librería "Sempere e Hijos" donde Daniel (el de "La sombra del viento", ya casado y con un hijo y una vida aparentemente tranquila) recibe la visita de un oscuro personaje (que yo imagino entre el Juez Doom de Quién engañó a Roger Rabbit y el nazi de En busca del arca perdida) que pregunta por el empleado de la tienda, Fermín Romero de Torres, para quien compra una edición muy cara de "El conde de Montecristo" dejándosela con una nota que dice "Para Fermín Romero de Torres, que regresó de entre los muertos y tiene la llave el futuro. B". Cuando Fermín lee la nota se pone malísimo y acaba contando a Daniel su historia al acabar la guerra civil encarcelado en el castillo de Monjuic (que en otro toque Dumas más parece el castillo de If con huída y todo). La historia va hacia atrás y hacia adelante con guiños al Cementerio de los libros olvidados y aclaraciones sobre temas que ya salieron en "El juego del Ángel". La parte que más desarrolla es la del castillo con malos muy malos de manual de malo-malísimo y los buenos pícaros y listos que intentan burlarlos. El resto de la novela no me parece sólida, con persecuciones de aficionado por la Barcelona idealizada de Zafón, casualidades imposibles y poca chicha, que parece introducir novedades y recomponer historias antiguas que expliquen el cambio en la actitud de Daniel (a quien dejamos ya con la semilla del odio que clama venganza), para dirigirse a una trama que no acaba de comenzar cuando se nos acaba el libro. Me imagino que se desarrollará en "El laberinto de los espíritus" que me imagino que acabaré leyendo para quitarme (o no, ya veremos) el sabor agridulce que me ha dejado éste.
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