El Departamento Q vuelve a la carga, con menos humor que en sus primeras entregas pero con más peso en sus personajes. Carl Mørck se ha centrado en el trabajo, ya no es el policía perrángano que evita el trabajo y acaba descubriendo a los culpables casi a su pesar sino que parece que vuelve a gustarle la investigación, tanto que pese a la ingente cantidad de expedientes antiguos sobre los que su departamento debe investigar, de vez en cuando mete también la nariz en los asuntos vivos que investigan otros compañeros que no forman parte del Departamento Q ayudando a que su caso y los de los otros se resuelvan a la par (un poquito con calzador, eso sí).
En esta nueva entrega quien lo pasa realmente mal es Rose que sufre las consecuencias psicológicas del caso anterior y empeora su estado mental de forma que se evidencia que lo que en episodios anteriores pasaban por excentricidades realmente son problemas graves de salud mental, eso sin contar que la pobre se pasa secuestrada más de la mitad del libro mientras sus compañeros intentan solucionar varios casos, uno de los cuales ocasiona su secuestro, pasando de largo por el lugar donde se encuentra y provocando ansiedad en quienes estamos al otro lado de la historia y queremos que la rescaten cuanto antes.
La novela resulta muy entretenida porque se cruzan varios casos que a veces se superponen y parece que no se van a resolver.
Marcus Jacobsen, un antiguo inspector jefe de homicidios, encuentra en un periódico la noticia de la muerte de una mujer cuyo modus operandi relaciona con un caso antiguo que le obsesiona porque nunca pudo resolver, así que pide ayuda al Departamento Q para que compare e investigue ambos casos a sabiendas que el nuevo no corresponde a ese departamento y su amigo Carl tendrá problemas.
Paralelamente, una trabajadora social madurita a quien detectan un cáncer de mama decide meterse asesina en serie para acabar con algunas usuarias de sus servicios que le consta que se aprovechan del sistema sin tener derecho a ello, comenzando con tres chicas bastante chonis que se burlan de ella en su trabajo donde se acaban de conocer haciéndose un selfie para inmortalizar el evento (de ahí el título). Con la ayuda de Google comienza a buscar sistemas para sus crímenes y decide atropellarlas, aunque como buena asesina en serie incluso no se contenta con matarlas sino que quiere que no parezca un accidente. ¡Trabajdoras sociales del mundo no copieis a vuestra compañera de ficción que está como una regadera!
Poco a poco los casos se van cruzando y aparecen nuevos temas como el pasado nazi de alguno de los personajes, los embarazos de una de las chicas para conseguir ayudas y deshacerse del bebé dándolo en adopción, robos que cometen las que luego serán víctimas de la trabajadora social... y la pobre Rose que no aparece, y sus hermanas, que en los libros anteriores no sabíamos si existían o eran la propia Rose disfrazada... Me ha gustado más que el anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario