jueves, abril 26, 2018

Décimo tercer libro 2018: "Las ocho montañas", de Paolo Cognetti.

Me está gustando mucho la experiencia Bookish porque me mandan libros que posiblemente no compraría y que además me están gustando. Resulta también muy agradable que cada libro sea diferente en diseño y tamaño, que parezcan únicos, aunque imagino que cuando reciba muchos, los que coincidan en editorial se podrán acabar pareciendo.
Cuando recibí éste, me quedé un poco fría porque ni me sonaba el título ni el autor aunque me gustó la portada y que sea un libro más estrecho de lo habitual. 
Lo de las ocho montañas me llevó a pensar que sería un relato de conquista de ocho cumbres y pensé en los diferentes ochomiles del mundo que imaginaba iban a intentar coronar los protagonistas del libro. Pero, no. Las historias que cuenta se desarrollan en las montañas, pero ni son ochomiles ni la cosa va de conquistar alturas.
No se cómo resumirlo aunque me ha gustado bastante.
Pietro, el narrador de la novela, relata en primera persona sus experiencias en la montañas desde su niñez hasta la edad adulta pero siempre relacionadas con esas montañas concretas a las que lo llevaba su padre de pequeño y principalmente enfocadas a su amistad con Bruno, el niño pastor con el que trabó amistad en la montaña y que siguió siendo su amigo cada vez que regresaba a lo largo de los años.
El libro tiene tres partes bien diferenciadas no sólo porque como tales aparecen en el libro ("montaña de la infancia", "la casa de la reconciliación" e "invierno de un amigo") sino que reflejan distintas edades del protagonista y diferentes enfoques, a la vez que vamos comprendiendo y descubriendo cosas que pasaron desapercibidas a Pietro en su infancia y que sin querer marcaron la vida de su familia.
En la primera parte acompañamos a Pietro en su inciación en la montaña junto a su padre, un apasionado de las caminatas y travesías por ella, pero no como un escalador ni como un excursionista sino como si se propusiera retos para realizar rutas no habituales y anduviera y anduviera sin que le importara otra cosa, y lo que más le gustan son las zonas aparentemente menos bonitas donde sólo hay piedras. La relación entre padre e hijo ocupa muchas páginas en las que Pietro, que sufre mal de altura, sigue a su padre pero no acaba de entender ni compartir su misma pasión.
Paralelamente, su amigo Bruno le va mostrando otras partes de la vida montañesa, le enseña los arroyos, lo lleva a zonas que conoce, le explica los nombres de los árboles, las plantas y los lugares en el dialecto de la zona y se van convirtiendo amigos inseparables, aunque sólo en los veranos.
En la segunda parte Pietro se ha distanciado de su padre y de la montaña y parece centrado en su vida en la ciudad pero cuando al morir su padre le deja una casa en la montaña, vuelve a los lugares de su infancia y recupera la amistad con Bruno, que le sigue llamando Berio, mientras reconstruyen la maltrecha ruina que constituye su herencia e intenta comprender qué deseaba su padre de él mientras recorre las montañas siguiendo los pasos de su progenitor.
En la tercera parte Pietro vive en el Himalaya y tiene poco contacto con Bruno. Conocemos la razón del título del libro y el desenlace de algunas de las historias.
Es un buen libro, cuya lectura recomiendo porque aunque a ratos parece sencillo y tranquilo esconde aristas como las de las montañas, tragedias subyacentes, tristezas, problemas íntimos de los protagonistas que les hacen ser como son.
No hay muchos personajes en el libro y hay pocas mujeres, si bien las dos que aparecen tienen una fuerte personalidad, sobre todo la madre de Pietro, cuya presencia trasversal en la trama sirve a veces de hilo conductor entre los protagonistas ayudándonos a entender qué les ocurre y por qué. Es una mujer fuerte cuya presencia física o epistolar ayuda a Pietro a comprender muchas cosas y el mantiene en contacto con la montaña de su infancia y con la memoria de su padre.
Es un libro bonito que parece de otra época, aunque el relato no resulta muy lejano en el tiempo. Y es que suben y bajan montañas sin tecnología, lo que ya resulta raro, que no sólo es que no hablan en ningún momento del GPS y tiran de plano, sino que hasta la página 201 que hace una referencia a que instalan una torre de telefonía móvil parece que nadie en el libro ha tenido necesidad ni de llamar por teléfono, lo que para desconectar resulta agradable, aunque tiene partes bastante tristes. Una lectura que nos lleva a las alturas y nos hace olvidarnos hasta del móvil.

No hay comentarios: