Un libro encantador. Pequeño, manejable y muy bonito como son los de Impedimenta. Me lo llevé al hospital cuando ingresaron a mi madre pensando que no me haría falta nada demasiado grueso porque no íbamos a estar mucho tiempo y si me descuido estamos todavía en el hospital.
La autora fue galardonada el año pasado con el premio Nobel alternativo después que el oficial no se otorgara en 2018 tras el fiasco de Dylan del año anterior y los escándalos sexuales de Jean-Claude Arnault. Así que algunos miembros de la antigua Academia con autores, bibliotecarios, artistas... encabezados por Alexandra Pascalidou decidieron entregar el premio en Literatura que no se entregaría ese año y se lo otorgaron a Maryse Condé, la autora del libro que ahora reseño y que me gustó bastante. No es mala elección, que a algunos nóbeles no he podido meterles el diente y esta autora se deja leer y es muy buena.
El premio (unos 100.000 euros) pretendía poner de relieve que la literatura no debería estar asociada a los privilegios, la arrogancia y el sexismo sino "a la democracia, la apertura, la empatía y el respeto". Pues eso, que esta autora francesa, feminista y activista en favor de la cultura africana del Caribe (no en vano nació en la isla antillana de Guadalupe), aunó todas las voluntades en su favor y recibió a sus ochenta y un años el reconocimiento internacional por su obra.
Este "Corazón que ríe, corazón que llora" cuenta sus recuerdos de infancia a la vez que nos muestra a pinceladas magistrales la vida de su isla, la peculiar forma de hablar, así como el impacto cuando viajaba con su familia a París y era entonces consciente de que la consideraran diferente, como niña negra en una ciudad llena de blancos a quienes sorprende por la corrección de su perfecto francés. No acaba de entender por qué sus padres aman la cultura occidental ni que la vistan como una blanca en su país lleno de negros para parecer criolla.
Las contradicciones de la niña no aparecen al principio y las peripecias de su infancia nos la presumen una niña feliz a la que si no conocemos a la autora ni nos fijamos en la portada no le ponemos color de piel. Es la pequeña de ocho hermanos naciendo cuando sus padres ya mayores no la esperaban y vive feliz con su madre entre el Caribe y la metrópoli jugando, estudiando y acercándose poco a poco a los chicos a la vez que descubre su propia feminidad y es consciente de su negritud.
Me gustó mucho el libro. Merece la pena conocer otras mujeres de otras culturas con otros condicionantes personales, políticos, sociales y, en este caso, también de raza. Muy recomendable.
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