No es el peliculón del siglo, pero no está mal y los actores no son malos. Edward Norton, Gu-gu Mbatha Raw (la chica), Alec Baldwin, Willen Dafoe, un cameo de Bruce Willis... (todos con alguna W, ahora que me doy cuenta).
La película, una mezcla de cine negro clásico y Dick Tracy, es la adaptación de un libro del mismo título publicado en 1999 por Jonatham Lehtem, un autor que no me suena de nada, en la que el protagonista, Lionel Essrog, un hombre con síndrome de Tourette, que ni siquiera sabe el nombre de lo que le pasa, relata unos hechos que comienzan poco antes de que su jefe, y sin embargo mejor amigo, Frank Minna, un detective de poca monta, es asesinado cuando investigaba un caso del que en su oficina no saben nada.
Lionel necesita respuestas y comienza una investigación por su cuenta que empieza siguiendo una una chica implicada en la lucha por los derechos de vivienda de los negros. La cosa se va complicando y el pobre Lionel recibe más trompazos que un saco de boxeo y desprecios por su forma de comportarse, pues no puede evitar decir inconveniencias, volver su cabeza obligado por inmumerables tics o tocar varias veces el hombro de las personas. Pero, pese a los que su apariencia hace pensar al resto, Lionel es terriblemente inteligente y tiene una memoria fabulosa que le hace recordar, palabra por palabra, lo que oye, así que poco a poco avanza en su investigación y acaba metido en la boca del lobo que no es otra cosa que una trama para dejar un barrio vacío para que el magnate de la construcción lleve a cabo sus macroproyectos en Nueva York ayudado, como no, por toda la corrupción política que le apoya. Pero, el detective no acaba de saber qué hay detrás, porque lo que buscaba su mentor no parece tener relación con la trama inmobiliaria sino algo, digamos "más personal". Y la película avanza hasta que lo descubre.
El magnate de la peli, Moses Randolph, es protagonizado por Alec Baldwin, que no querría volver a hacer de Trump, pero no anda demasiado lejos del personaje aquí. Y lo que me ha hecho pensar, además de todo lo de la mierda que hay alrededor del ladrillo siempre que la cantidad merezca la pena, es sobre la ley, sobre todo en una de las dos escenas cumbre del personaje de Baldwin y especiamente la primera cuando Lionel es llevado al despacho del Randolph que intenta sonsacarle dónde está algo que Lionel ni siquiera ha encontrado todavía. Le pregunta qué es y Moses le dice que serán mentiras, calumnias o algo similar a lo que el detective contesta que si la ley está de su lado no tiene de qué preocuparse. Entonces el constructor afirma:
"Muy poco de lo que he logrado en la vida se ha basado en la legalidad. No pienso apoyarme en esa delgada rama ahora, cuanto más importa".
Lionel le pregunta: "Entonces, ¿está por encima de la Ley?"
Y Randolph le contesta: "No. Estoy por delante de ella".
"¿Cuál es la diferencia?", le pregunta Lionel.
"La ley es un libro de reglas que hacemos para cuando las necesitamos", sentencia Randolph. "Si reconstruimos la ciudad, en mi experiencia, la ley te seguirá y se adaptará a lo que hagas".
Duro, pero real como la vida misma. Y, para asustarse porque el concepto de poder que tiene el personaje de Baldwin creo que está más extendido de lo que parece entre muchos hombres de negocios y, me temo, que entre algunos políticos y dirigentes que se creen por encima del bien y el mal.
"¿Tienes idea de cómo funciona el poder?" dice Randolph. "El poder es sentir, saber, que puedes hacer lo que quieras y nadie puede detenerte, Y si alguien tiene una estúpida idea que no te guste, ese es el fin de esa idea o de esa persona, si así lo deseas".
Cosas mías. Por cierto que nuestro "huérfano" viene del latín "orphanus" (abandonado), que a su vez venía del griego "ορφανός" ("orphanós") que significaba, además de abandonado, sin padres, sin hijos o privado de seres queridos o de algo que se quería mucho.
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