viernes, enero 31, 2020

Película recomendada: "Aguas oscuras".

Aviso: esta reseña es un spoiler con patas, pero como podéis conocer la historia que narra la película incluso en la Wikipedia, no creo que descubra nada que no ocurriera en la realidad que cuenta. Y que si queréis verla, pues no leéis esto y santas pascuas. Avisados quedáis.
La verdad es que no había leído nada sobre esta película ni el cartel me pareció terriblemente atractivo así que no se qué me hizo entrar en ella y al ver que el prota era abogado, pues dije, venga, a por otra peli americana de juicios. Y pleito hay en la película, ¡y qué pleito!, pero no es exactamente una película de juicios, aunque para estudiar el sistema legal americano, o lo que ellos consideran normas, resulta tremendamente interesante. Y el tema de fondo, ni os cuento, que ahora cada vez que me pongo a guisar le doy la vuelta a la sartén para ver de qué está hecha. Porque la película se basa en hechos reales.
Rob Bilott, abogado de profesión, acaba de ser nombrado socio de Taft Law, el bufete para el que trabajaba, cuando en una de las primeras reuniones aparece por el despacho Wilbur Tennant, un granjero, con todo el aspecto de ello, del pueblo en que Rob pasaba los veranos: Parkesburg, del estado de West Viginia.
El granjero, a quien la abuela de Rob le ha dicho que su nieto es un gran abogado de empresas químicas, quiere contratarlo precisamente para demandar a una de ellas, DuPont, que tiene una planta química en el pueblo y a la que Wilbur culpa de la muerte de 190 de sus vacas. Rob le explica que él es abogado corporativo y que su trabajo consiste precisamente en lo contrario, en defender a las empresas químicas e intenta remitirlo a algún abogado de su zona, aunque el granjero considera que ninguno aceptaría porque o trabajan para la empresa o temen enfrentarse a ella.
Pese a que Bilott no desea llevar el caso, aprovecha un día libre para ir a ver a su abuela, darse una vuelta por la zona y comprobar en directo el estado de la granja, en la que en lugar de pacíficos animales se encuentra con vacas que parecen afectadas por el mal de las vacas locas.
Tras consultar el asunto con el director del bufete, decide investigar sobre el asunto, considerándolo al principio un caso menor que puede resolverse con una indemnización y que puede llevarse de forma "quirúrgica" sin tocar mucho los bemoles de la empresa.
DuPont, la empresa en cuestión, parece no tomarse excesivamente mal el asunto y facilita al abogado las conclusiones a las que llegó "la investigación" sobre la muerte de las vacas y que llegó a la conclusión de que el culpable era el propio granjero que no mantenía la granja ni a sus animales en condiciones higiénicas ni de alimentación óptimas.
El día que Rob vuelve a la granja para notificar las conclusiones y ofrecerle un pacto de indemnización el granjero monta en cólera y, al contemplar cómo Wilbur tiene que matar a una de las pocas vacas que le quedan porque dando saltos como fuera de sí se lanza de manera incontrolada e inexplicable contra ellos, y sobre todo al ver cómo el granjero llora sobre el animal después de matarlo, el abogado decide investigar y meterse de lleno en el asunto, pidiendo aclaraciones al informe sobre todo respecto de unas siglas que no sabe qué significan: PFOA, momento en el DuPont rechaza cualquier tipo de responsabilidad.
Como he dicho más arriba los hechos que narra la película ocurrieron (e imagino que en el fondo siguen ocurriendo, ya que la empres química tiene plantas en otros sitios) así que Wilbur encuentra en Rob Bilott su abogado y DuPont, como dice la campaña de la película, "la peor de sus pesadillas".

Bilott no presenta directamente una demanda contra DuPont sino que inicia un procedimiento que imagino que funciona de forma parecida a nuestra solicitud de medidas preliminares, pero por lo que veo el la película, con más éxito. Pide una "discovery order" con la que insta de la empresa que le facilite información necesaria para comprobar que ha venido actuando correctamente. Y, surprise, surprise, DuPont se la manda: casi un camión de documentos casi desde la instalación de la planta. Ello con la torticera idea de a ver quién es el guapo que se mira todo y se atreve con ellos. Pero Rob Bilott se atrevió.

Parece ser que en Estados Unidos, con tanta multinacional del gremio, la EPA (siglas en inglés de la Agencia de Protección Medioambiental) tiene poco menos que ninguna idea de lo que se cuece en las compañías químicas y cuando empezó a intentar controlar la cosa, la normativa lo que acabó diciendo es que las empresas sólo son responsables cuando tuvieron conocimiento del carácter nocivo de sus productos, rigiéndose por lo demás por su propia autorregulación. Es decir, que ellas se lo guisan y se lo comen, realizando sus propios controles e imponiéndose los medios de control de emisiones, vertidos y vigilancia de lo que están produciendo. Algo así como poner de vigilante del gallinero al zorro. O como uno que yo me se que pretendía que sus vertidos eran poco menos que el agua mineral.
En el procedimiento de investigación, en plan Erin Brockovich, el abogado va descubriendo que hay en la zona un número de fallecimientos por cáncer  muy por encima de la media y que incluso han nacido niños con extrañas malformaciones, averiguando que las famosas siglas que aparecen en los informes se corresponden a la presencia en la composición de los residuos llamado ácido perfluorooctanoico (PFOA), también conocido como C8 y perfluorooctanoato, que es terriblemente cancerígeno y que la empresa había venido depositando indiscriminadamente sus residuos por todo el subsuelo del pueblo, mediante el tristemente conocido sistema de comprar la finca del que protesta. Y que, además, resulta ser uno de los componentes de gran cantidad de artículos como el famoso Teflon de las sartenes, patentado precisamente por DuPont.
Cuando la empresa presume que la cosa ya ha llegado a mayores acuerda indemnizar al granjero Wilbur con una sustanciosa indemnización para que él y su esposa, ambos ya con cáncer, puedan afrontar los gastos médicos de su enfermedad y compensar los daños a su granja, sus animales y a ellos mismos.
Y es entonces cuando comienza la verdadera batalla porque DuPont se niega a dar más datos y al abogado se le ocurre que no hay mejor sistema para estudiar las consecuencias de la contaminación que estudiar a la población que la sufre realizando un masivo control mediante extracción de sangre, encontrando para ello la "desinteresada" colaboración de los vecinos a cambio de una compensación económica por la extracción de su sangre. ¡Colas para realizarse la analítica! que suponen un estudio cuyos resultados permitirán demostrar si tienen la razón de su lado y el C8 se acumula en el cuerpo de las personas hasta provocar cáncer y les permitirá demandar a la empresa ya que los datos de la composición eran conocidos por DuPont, lo que puede suponer su responsabilidad por los daños causados.
Cuando la empresa tiene noticia del asunto llega a otro acuerdo por el que se compromete a indemnizar a todos los afectados, así como sus tratamientos médicos pasados y futuros si del resultado de la investigación se determina que el componente de sus residuos resulta cancerígeno y en esa batalla pasan varios años de sufrimiento para el abogado ya que su bufete tiene que afrontar los gastos (bufete con posibles, menos mal), su carrera no despega y todos los del pueblo donde se encontraba la planta le echan en cara que su intervención ha supuesto pérdida de puestos de trabajo. ¿De qué me sonará?
Y, como un David frente a su Goliat químico, nuestro amigo abogado continúa hasta el impactante final.
Os recomiendo la película y que no os conforméis con la maravillosa publicidad de algunas multinacionales porque al principio de la película el presidente de DuPont afirma en una conferencia que "vivir mejor mediante la química está en su ADN" y mira la que estaba liando. Pero es que, buscando, buscando, resulta que DuPont España (sí por aquí también los tenemos: en Asturias, Barcelona, Madrid y Valencia) sigue "presumiendo" de su compromiso con la seguridad y la salud de su empleados, contratistas, clientes y personas en las comunidades donde operan, su respeto por las personas, el comportamiento ético más alto y hasta la protección del planeta. Lo de dime que qué presumes...


Resulta que tiene razón el granjero cuando afirma que estas multinacionales tienen el dinero y el poder y consiguen que lo negro parezca prístino blanco y sus peligrosos residuos algo más inocuo que los de mi bolsa de la basura (esto lo digo yo).
Me ha quedado larga la reseña, pero me apetecía.

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