miércoles, septiembre 16, 2020

"La víctima 2117" de Jussi Adler-Olsen. 27/2020.

No se si será efecto del pasado confinamiento o de la actual situación de "sometimiento a medidas" pero se me están cayendo los palos del sombrajo de algunos de los autores que más me gustaron en el pasado reciente. 
Y ese es el caso del famoso "Departamento Q", del danés Jussi Adler-Olsen, que cada vez me gusta menos. Ha ido cambiando tanto la personalidad de los personajes y el tono del relato que no responde ya, ni mucho menos, a lo que comenzó siendo y cae nuevamente en la costumbre de que los propios investigadores estén inmersos en primera persona en la investigación. 
En esta última entrega es Assad quien se transforma; que no es que en libros anteriores no se viera que no era quien decía ser, pero de ahí a transformarlo en un medio Rambo perseguido por un acérrimo enemigo del pasado que inició una terrible venganza primero sobre la familia de Assad y luego sobre él mismo y, por extensión, a media ciudad de Berlín... hay un un gran paso.
La novela comienza con un mediocre periodista de Barcelona, Joan Aiguader, que se ha quedado sin trabajo, lo ha dejado la novia y no tiene ni para café, así que, tras abrir las cuatro últimas cartas de rechazo de sus demandas de empleo, repasa el pasado suicida de sus progenitores, tomando la decisión de que tal vez también él debería suicidarse para poner fin a su desesperación. 
Pero cuando se dirige hacia el mar, la grabación de un reportaje ante el llamado contador de la vergüenza en la playa de San Miguel en la Barceloneta, que contabiliza el número de personas fallecidas en el Mediterráneo cada año, y aplaza su idea del suicidio. Investigará a la muerte de una de esas personas, que apareció en la playa de Ayia Napa en Chipre. Le quita a la novia los ahorros que tenía en el piso y pone rumbo a Chipre con la corazonada de que será el reportaje de su vida. Y desde luego, su vida se ve muy, pero que muy comprometida como consecuencia de esa decisión. 
Cuando llega a la playa es testigo de la llegada de un grupo de inmigrantes de Siria así como del cadáver de una mujer mayor a la que Joan, recordando el número que aparecerá en el poste en Barcelona, llama la víctima 2117. Escribe un reportaje, lo manda al periódico para el que había trabajado y se lo publican, pero nada es como él piensa y el éxito que espera se trunca por lo que decide iniciar una investigación como freelance que se le va de las manos viéndose involucrado, primero como periodista y luego como víctima, en una trama de venganza y terror de la que quieren que sea involuntario testigo.
Paralelamente, en Dinamarca, Assad ve la fotografía de la mujer de la playa y la reconoce, así como a parte de su familia que también aparece en la foto, así como al hombre que fraguó su desgracia en el pasado, así que el tranquilo musulmán del Departamento Q recupera su antiguo ser y se propone buscar a su familia y enfrentarse a su enemigo, quien a su vez viene con aviesas intenciones vengativas contra Assad y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, cometer un atentado terrorista en alguna ciudad famosa.
También en Copenhague un chico llamado Alexander ha decidido que para vengar precisamente a la víctima 2117 que ha visto en el artículo del periódico, asesinará primero a sus padres y luego a cuanta más gente mejor, pero primero tiene que alcanzar un número determinado de victorias en un juego al que es adicto y lo tiene encerrado en su habitación prácticamente sin vida social ni familiar.
Así que, con un par de amenazas graves (aunque a la del chico no le dan mucha importancia al principio), Carl Morck y Assad cambian de país para investigar e intentar frenar las intenciones criminales del antiguo "conocido" de Assad. Y a todo esto, Mona, la novia de Carl, está embarazada y, como ya tiene una edad, debe ser hospitalizada y el antiguo compañero de Carl, el tetraplégico, está de viaje buscando un remedio milagroso para su situación.
En resumen, que no parece una novela del Departamento Q porque los personajes están muy cambiados y no investigan nada que tenga que ver con las funciones que en principio les fueron encomendadas, cuales son la revisión de casos antiguos sin resolver para averiguar qué pasó y encontrar a los culpables. En esta novela, la trama no tiene mucho que ver con eso y el desarrollo de los acontecimientos no resulta muy creíble. No me ha acabado de convencer.

domingo, septiembre 13, 2020

"La Nena", de Carmen Mola. El libro nº 26 que he leído este aciago año.

Después del aburrimiento del anterior, cualquier cosa me hubiera parecido frenética, pero es que los libros de Carmen Mola lo son. Te pueden gustar más o menos, pero lo que no se les puede negar es que animan a seguir leyendo compulsivamente hasta el final, aunque pienses que la trama está manida y que has visto setenta capítulos de series sobre asesinos en serie (valga la repetición) que resulten más creíbles. Entretiene unas horas y a otra cosa mariposa. ¿No es eso un bestseller? Al menos lo americanos lo son y los libros de Carmen Mola lo parecen; americanos, digo, porque bestseller no sólo lo parecen, sino que lo son porque con su tercera mosca (cada nueva novela tiene una más en su portada) ha seguido vendiendo ejemplares como churros.

En “La Nena” la Inspectora Elena Blanco ya no está en la Brigada de Análisis de Casos, ni siquiera en la Policía, sino que, al parecer, tras recuperarse de sus dos aventuras anteriores, ha seguido los consejos de su glamurosa madre y se ha animado a trabajar en la colecta de fondos para diferentes causas, hasta que, tras la desaparición de Chesca, que la sustituía temporalmente en el cargo, sus antiguos compañeros le piden ayuda.

El libro comienza con la precipitada boda de Valentina, una chica embarazada que trabajaba en un club de carretera y que hace solo quince días recibió la propuesta matrimonial del padre del que va a ser su marido prometiéndole sacarla del club y hacerse cargo del niño y de su vida si se casa con su hijo. Valentina acepta y su marido ni la toca pero poco a poco irá tomando conciencia de la casa donde se ha metido.

Paralelamente Chesca conoce en un bar a un atractivo hombre con el que se marcha pensando en un rollo de una noche pero que en lugar de eso la lleva directamente a un infierno.

Cuando sus compañeros son conscientes de que la desaparición de Chesca ha sido involuntaria emprende su búsqueda pidiendo incluso la ayuda de la que fue su jefa, Elena Blanco, que no tiene muchas ganas de acudir a la cita que le ha concertado su madre en Berlín con un posible donante para su causa.

Y es lo que más me fastidia últimamente en los thrillers y novelas negras, que la víctima es alguno de los investigadores, con algo en su pasado que vuelve para tener alguna tragedia a las espaldas que les persigue y que hace que la trama gire sobre ellos y no sobre la investigación de un delito cometido por terceros. Que ojo trágicos que tienen que ser todos. Aquí por lo menos no vuelve a ser Elena Blanco, pero sí otra del equipo.

Pues eso, trama veloz, una prosa que no es del otro jueves pero que total tampoco es lo que importa sino la carrera para evitar un desenlace fatal, preguntándote qué pinta el título en todo ello hasta que muy al final aparece. En fin, entretenida, pero de las que acabas la lectura y abur. Sin mucha raya.

"El mal de Corcira", de Lorenzo Silva. El 25/2020.

Cuidado que me caía bien Bevilacqua cuando era un guardia civil normalito que investigaba con empeño, y entre él y Virginia Chamorro se dedicaban a desfacer entuertos pateándose España durmiendo en cuarteles y comiendo de menú. Me resultaba familiar y me recordaba a muchos guardias concienzudos y trabajadores que he conocido a lo largo de mi carrera profesional. 

Pero, de un tiempo a esta parte, me está pareciendo un pedante de mucho cuidado con citas textuales de libros, recomendaciones de leer a Tucídides (por lo del título del libro y la referencia al mal endémico de matarnos entre paisanos), pero con poco trabajo de campo, del de verdad. Y encima Chamorro no tiene mucha cancha en los libros.

En este último la pobre se lleva un tiro a la primera de cambio que la aparta de la historia casi hasta el final y deja a Bevilacqua intentando, y casi fracasando, aclarar las circunstancias de la muerte de un antiguo etarra gay en tierras baleares. Tenemos a un aparente culpable desde el principio, pero teniendo en cuenta quién fue la "víctima" se intenta atar y bien-atar todos los flecos de la investigación para no meter la pata, lo que lleva al subteniente a recordar sus tiempos de guardia bisoño en Intxaurrondo y sus inicios en la relación con el que ahora es su jefe, quien le fichó para una brigada medio infiltrada en la lucha contra el terrorismo.

La historia es poco creíble en muchos puntos y abusan de las cámaras de vigilancia y de tráfico, que permiten seguir los pasos del supuesto asesino y del muerto como si fueran las cámaras del CSI a cuyas imágenes pasan un programa de corrección de enfoque y en vez de verse los granos en la imagen se distinguen hasta los del acné delincuente.

Reconozco que la novela me aburrió soberanamente, a lo mejor por no soportar más de cinco páginas cada noche, lo que la convirtió en eterna. Al final, con la recuperación de Chamorro, sube un poco el ritmo narrativo y la trama toma otra velocidad hasta la solución final, que llevaba esperándose desde muy al principio. En resumen, decepcionante. Esperemos que el próximo, si lo hay, me resulte un poquito más entretenido. Si es que no se jubila Bevilacqua.