No es que me siente mal que tres hombres firmen una novela con nombre de mujer. Ha
habido muchas mujeres que tuvieron que firmar con un seudónimo masculino para poder publicar. Incluso algún hombre también publicó sus obras usando un nombre de mujer, como Yasmina Kadra, un autor argelino que me gusta mucho y cuyo
verdadero nombre es Mohammed
Moulessehoul, que comenzó firmando sus obras con ese nombre tan femenino para disimular y ocultar
su identidad porque era militar y en sus obras criticaba al poder.
Tampoco
es que me moleste por no habérmelo esperado, que desde que comencé con
la primera novela ya me rumiaba yo que algún hombre había participado
activamente en su redacción, y ya en mi reseña de "La Red Púrpura" lo
daba por seguro, avanzando incluso que me parecía "como si percibiera varios autores al alimón, un montaje de varios".
Lo
que verdaderamente me joroba es la operación de marketing que se han
marcado con el Premio Planeta para vender más ejemplares. Así que,
cuando salió la noticia, prometí no comprarme el libro, para que mis
21,75€ no engrosaran sus arcas. Y lo he cumplido. Que prometí que no lo
iba a comprar, no que no me lo fuera a leer. 😜
Cuando oí lo del Planeta, pensé lo mismo que cuando se lo dieron a Lorenzo Silva, que vaya mier... de secreto si aparecían sus personajes estrella. Dije, cuando hayan leído "Elena Blanco", les han hecho los ojos chiribitas y han pensado "¡zas!, pelotazo de Carmen Mola y dinero para la saca del Grupo Planeta". Pero no, en la Bestia no sale la inspectora Elena Blanco, ni siquiera la acción tiene lugar en nuestro siglo XXI.La trama se desarrolla en el Madrid de 1834, durante la epidemia de cólera que asoló Europa afectando también con fuerza a la capital, y el levantamiento anticlerical del 17 de julio de ese año, por haberse extendido el rumor de que los frailes envenenaban las fuentes y causaban la enfermedad, con la activa participación de alguna sociedad secreta que otra.
Con el telón de fondo de estos hechos históricos, y la inestimable ayuda de la Wikipedia, los autores de La Bestia tejen una historia rocambolesca y adictiva (como todo Mola) muy bien ambientada (casi percibimos el mal olor y la podredumbre de ese Madrid), con giros sorprendentes, con muertes de protagonistas en plan Juego de Tronos, que te quedas de pronto sin saber quién va a tomar las riendas, pero que siempre hay quien suceda al fallecido.
Luchas, escapadas, traiciones, asesinatos, abusos, matanzas... que no falta nada, vamos, en medio de un Madrid amedrentado por el cólera. Y el desenlace, con culpable que no esperábamos hasta casi el final.
La historia, como todas las Molas, es truculenta. Comienza con la aparición del cadáver desmembrado de una niña, a la que suceden otras más. Un periodista, Diego Gómez, se interesa por la noticia y, ayudado por su amigo Donoso, un antiguo policía tuerto, comienza a investigar. El imaginario popular atribuía los crímenes a una bestia, La Bestia del título, pero el periodista sabe que ninguna bestia podría cometer esos asesinatos y busca al hombre u hombres que los cometen.
Paralelamente, Lucía, una niña pelirroja de un mísero poblado de chabolas, intenta conseguir comida para su hermana y la madre de ambas que se está muriendo de cólera. No duda en entrar en un prostíbulo en el que se subasta su virginidad y como Madrid todavía tenía muralla, se cuela por las alcantarillas y túneles para robar lo que puede en casas vacías. En una de ellas, con el cadáver de su habitante todavía allí, roba un valioso anillo con un símbolo de dos mazas cruzadas que nos vamos encontrando por todo el libro y que traerá a la pobre hija por la calle de la amargura y camino del cementerio a cada persona que tiene contacto con ella. Secuestran a su hermana y somos testigos de su estancia en las celdas donde espera seguir los pasos de otras niñas que han sido asesinadas.
El pueblo de Madrid está removido y, con limitaciones de movimiento y de número de personas que pueden reunirse (¿de qué me sonará?) se comienza a difundir el rumor de que los monjes son quienes envenenan el agua y organizan una revuelta en la que provocan la muerte de varios religiosos. Todo esto en medio de luchas políticas como consecuencia de una de las guerras carlistas, con sociedades secretas que buscan remedios para evitar el cólera a la vez que eliminar enemigos políticos, pícaros por las calles, suciedad, miseria...
En definitiva, un libro entretenido, con mucha acción, aunque los encuentros e interacciones entre los personajes son poco creíbles. Que vale que Madrid no tenía tantos habitantes como ahora, pero que los personajes coincidan cada dos por tres en los mismos sitios y avancen coordinadamente en una ciudad de 200.000 habitantes, no resulta verosímil. Pero, en fin, ¿qué verosimilitud tienen las obras de Carmen Mola?
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