viernes, enero 31, 2020

Película recomendada: "Aguas oscuras".

Aviso: esta reseña es un spoiler con patas, pero como podéis conocer la historia que narra la película incluso en la Wikipedia, no creo que descubra nada que no ocurriera en la realidad que cuenta. Y que si queréis verla, pues no leéis esto y santas pascuas. Avisados quedáis.
La verdad es que no había leído nada sobre esta película ni el cartel me pareció terriblemente atractivo así que no se qué me hizo entrar en ella y al ver que el prota era abogado, pues dije, venga, a por otra peli americana de juicios. Y pleito hay en la película, ¡y qué pleito!, pero no es exactamente una película de juicios, aunque para estudiar el sistema legal americano, o lo que ellos consideran normas, resulta tremendamente interesante. Y el tema de fondo, ni os cuento, que ahora cada vez que me pongo a guisar le doy la vuelta a la sartén para ver de qué está hecha. Porque la película se basa en hechos reales.
Rob Bilott, abogado de profesión, acaba de ser nombrado socio de Taft Law, el bufete para el que trabajaba, cuando en una de las primeras reuniones aparece por el despacho Wilbur Tennant, un granjero, con todo el aspecto de ello, del pueblo en que Rob pasaba los veranos: Parkesburg, del estado de West Viginia.
El granjero, a quien la abuela de Rob le ha dicho que su nieto es un gran abogado de empresas químicas, quiere contratarlo precisamente para demandar a una de ellas, DuPont, que tiene una planta química en el pueblo y a la que Wilbur culpa de la muerte de 190 de sus vacas. Rob le explica que él es abogado corporativo y que su trabajo consiste precisamente en lo contrario, en defender a las empresas químicas e intenta remitirlo a algún abogado de su zona, aunque el granjero considera que ninguno aceptaría porque o trabajan para la empresa o temen enfrentarse a ella.
Pese a que Bilott no desea llevar el caso, aprovecha un día libre para ir a ver a su abuela, darse una vuelta por la zona y comprobar en directo el estado de la granja, en la que en lugar de pacíficos animales se encuentra con vacas que parecen afectadas por el mal de las vacas locas.
Tras consultar el asunto con el director del bufete, decide investigar sobre el asunto, considerándolo al principio un caso menor que puede resolverse con una indemnización y que puede llevarse de forma "quirúrgica" sin tocar mucho los bemoles de la empresa.
DuPont, la empresa en cuestión, parece no tomarse excesivamente mal el asunto y facilita al abogado las conclusiones a las que llegó "la investigación" sobre la muerte de las vacas y que llegó a la conclusión de que el culpable era el propio granjero que no mantenía la granja ni a sus animales en condiciones higiénicas ni de alimentación óptimas.
El día que Rob vuelve a la granja para notificar las conclusiones y ofrecerle un pacto de indemnización el granjero monta en cólera y, al contemplar cómo Wilbur tiene que matar a una de las pocas vacas que le quedan porque dando saltos como fuera de sí se lanza de manera incontrolada e inexplicable contra ellos, y sobre todo al ver cómo el granjero llora sobre el animal después de matarlo, el abogado decide investigar y meterse de lleno en el asunto, pidiendo aclaraciones al informe sobre todo respecto de unas siglas que no sabe qué significan: PFOA, momento en el DuPont rechaza cualquier tipo de responsabilidad.
Como he dicho más arriba los hechos que narra la película ocurrieron (e imagino que en el fondo siguen ocurriendo, ya que la empres química tiene plantas en otros sitios) así que Wilbur encuentra en Rob Bilott su abogado y DuPont, como dice la campaña de la película, "la peor de sus pesadillas".

Bilott no presenta directamente una demanda contra DuPont sino que inicia un procedimiento que imagino que funciona de forma parecida a nuestra solicitud de medidas preliminares, pero por lo que veo el la película, con más éxito. Pide una "discovery order" con la que insta de la empresa que le facilite información necesaria para comprobar que ha venido actuando correctamente. Y, surprise, surprise, DuPont se la manda: casi un camión de documentos casi desde la instalación de la planta. Ello con la torticera idea de a ver quién es el guapo que se mira todo y se atreve con ellos. Pero Rob Bilott se atrevió.

Parece ser que en Estados Unidos, con tanta multinacional del gremio, la EPA (siglas en inglés de la Agencia de Protección Medioambiental) tiene poco menos que ninguna idea de lo que se cuece en las compañías químicas y cuando empezó a intentar controlar la cosa, la normativa lo que acabó diciendo es que las empresas sólo son responsables cuando tuvieron conocimiento del carácter nocivo de sus productos, rigiéndose por lo demás por su propia autorregulación. Es decir, que ellas se lo guisan y se lo comen, realizando sus propios controles e imponiéndose los medios de control de emisiones, vertidos y vigilancia de lo que están produciendo. Algo así como poner de vigilante del gallinero al zorro. O como uno que yo me se que pretendía que sus vertidos eran poco menos que el agua mineral.
En el procedimiento de investigación, en plan Erin Brockovich, el abogado va descubriendo que hay en la zona un número de fallecimientos por cáncer  muy por encima de la media y que incluso han nacido niños con extrañas malformaciones, averiguando que las famosas siglas que aparecen en los informes se corresponden a la presencia en la composición de los residuos llamado ácido perfluorooctanoico (PFOA), también conocido como C8 y perfluorooctanoato, que es terriblemente cancerígeno y que la empresa había venido depositando indiscriminadamente sus residuos por todo el subsuelo del pueblo, mediante el tristemente conocido sistema de comprar la finca del que protesta. Y que, además, resulta ser uno de los componentes de gran cantidad de artículos como el famoso Teflon de las sartenes, patentado precisamente por DuPont.
Cuando la empresa presume que la cosa ya ha llegado a mayores acuerda indemnizar al granjero Wilbur con una sustanciosa indemnización para que él y su esposa, ambos ya con cáncer, puedan afrontar los gastos médicos de su enfermedad y compensar los daños a su granja, sus animales y a ellos mismos.
Y es entonces cuando comienza la verdadera batalla porque DuPont se niega a dar más datos y al abogado se le ocurre que no hay mejor sistema para estudiar las consecuencias de la contaminación que estudiar a la población que la sufre realizando un masivo control mediante extracción de sangre, encontrando para ello la "desinteresada" colaboración de los vecinos a cambio de una compensación económica por la extracción de su sangre. ¡Colas para realizarse la analítica! que suponen un estudio cuyos resultados permitirán demostrar si tienen la razón de su lado y el C8 se acumula en el cuerpo de las personas hasta provocar cáncer y les permitirá demandar a la empresa ya que los datos de la composición eran conocidos por DuPont, lo que puede suponer su responsabilidad por los daños causados.
Cuando la empresa tiene noticia del asunto llega a otro acuerdo por el que se compromete a indemnizar a todos los afectados, así como sus tratamientos médicos pasados y futuros si del resultado de la investigación se determina que el componente de sus residuos resulta cancerígeno y en esa batalla pasan varios años de sufrimiento para el abogado ya que su bufete tiene que afrontar los gastos (bufete con posibles, menos mal), su carrera no despega y todos los del pueblo donde se encontraba la planta le echan en cara que su intervención ha supuesto pérdida de puestos de trabajo. ¿De qué me sonará?
Y, como un David frente a su Goliat químico, nuestro amigo abogado continúa hasta el impactante final.
Os recomiendo la película y que no os conforméis con la maravillosa publicidad de algunas multinacionales porque al principio de la película el presidente de DuPont afirma en una conferencia que "vivir mejor mediante la química está en su ADN" y mira la que estaba liando. Pero es que, buscando, buscando, resulta que DuPont España (sí por aquí también los tenemos: en Asturias, Barcelona, Madrid y Valencia) sigue "presumiendo" de su compromiso con la seguridad y la salud de su empleados, contratistas, clientes y personas en las comunidades donde operan, su respeto por las personas, el comportamiento ético más alto y hasta la protección del planeta. Lo de dime que qué presumes...


Resulta que tiene razón el granjero cuando afirma que estas multinacionales tienen el dinero y el poder y consiguen que lo negro parezca prístino blanco y sus peligrosos residuos algo más inocuo que los de mi bolsa de la basura (esto lo digo yo).
Me ha quedado larga la reseña, pero me apetecía.

domingo, enero 26, 2020

El quinto de 2020: "Mi marido es de otra especie", de Yukiko Motoya.

Me había llamado la atención el título y nada más verlo recordé el de los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, pero al saber que la autora es japonesa perdí la esperanza en que se tratara de un libro de humor (¿no utilizarán el humor los japoneses o es que he elegido los libros equivocados?).
Después pensé que podía tratarse de una crítica al matrimonio (que algo de eso tiene), o incluso un libro de ciencia ficción, así que lo comencé un poco por ver y la verdad es que no me ha convencido. Otro título bien elegido que resulta mejor que el contenido de la obra.
Son cuatro cuentos, aunque el que da título al libro ocupa casi toda su extensión. Los otros tres ("Los perros", "El baumkuchen de Tomoko" y "El marido de paja") tienen apenas unas páginas.
En "Mi marido es de otra especie" la autora trata muchos temas relacionados con la vida en pareja y las relaciones humanas pero el relato evoluciona hacia un relato surrealista que no acaba de convencerme. Además no me acaban de resultar coherentes las historias paralelas de la vecina y su gato o de la subasta del frigorífico, si bien contribuyen a fomentar la idea de la vida anodina, aislada y sin mucha relación con nadie que lleva la protagonista y que puede hacerse extensiva a las relaciones en ciudad o en edificios grandes sin apenas trato entre las personas.
La protagonista de la historia es una mujer joven que, pese a ello, ha dejado de trabajar al casarse. Su marido, para el que este matrimonio ya son segundas nupcias, nos aparece como un hombre poco atractivo que impone unas condiciones de convivencia desde el primer momento que parecen poco sugestivas para unos recién casados: quiere ver la televisión un mínimo de tres horas al día y, sobre todo, ver su programa favorito (que no es precisamente "La Clave"), mientras se toma un whisky con soda. No parece desear que su mujer tenga una vida social demasiado amplia y la prefiere en casa intentando convencerla de que se avenga a sus gustos personales.
Un día, mientras clasifica fotos, la esposa repara, y así comienza el relato, en que su cara s había vuelto idéntica a la de su marido y empieza a observarle para comprobar las similitudes e incluso lo comenta con una vecina que parece su única conocida en el bloque y que tiene un gato que se hace pis por todos los rincones de la casa.
La dueña del gato le dice que coloque una piedra entre ella y su marido en la cama para evitar que poco a poco, como dos serpientes que se mordieran la cola una a otra, vayan difuminándose las personalidades de ambos.
El marido que comienza el libro con trabajo, se da de baja y acaba pasando todo el día en casa pretendiendo que poco a poco su esposa tampoco salga, dedicándose a cocinarle rebozados que la obliga a comer, cada vez con más insistencia y en más cantidad, y convenciéndola para que vea la tele con él y se sirva también una copa.
Paralelamente, la dueña del gato y su marido deciden abandonarlo porque no hay forma de que deje de "perfumar" la casa con sus micciones y allá que se van ambos, con nuestra protagonista y el minino a buscar al felino un lugar en la montaña en el que un gato casero y de ciudad pueda sobrevivir.
La relación entre los cónyuges va tomando tintes kafkianos hasta llegar a un final que en algún sitio he visto definido como mágico. A mi me pareció un poco estúpido, la verdad, pero vistos los otros cuentos esa rareza de los fines y la deshumanización de los personajes debe ser marca de la autora.
Pueden aprovecharse muchas cosas del libro y analizar cómo se van difuminando las diferencias entre las personalidades de los cónyuges perdiendo su identidad en favor de la del otro y, en el caso del libro que reseño, en perjuicio de ambos.
Lo dicho, no me ha acabado de convencer y los demás relatos me han dejado menos huella todavía, tan poca que he tenido que mirar el libro para saber cómo se titulan.
En definitiva, que la literatura japonesa no creo que tenga conmigo grandes posibilidades, aunque yo sigo insistiendo, lo que ya es masoquismo.

Enhorabuena campeón.

Mi paisano Maqueda y la selección española de balonmano con él son de nuevo campeones de Europa. ¡¡¡BIEN!!!

lunes, enero 20, 2020

El cuarto del 2020: "Ácido sulfúrico", de Amélie Nothomb.

Como Amélie publica por lo menos un libro al año, y la descubrí hace poco tiempo, no creo que me falten lecturas suyas, que siempre aportan algo. Así que con el año nuevo, otro Nothomb. Este "Ácido sulfúrico" es de 2005 y se publicó en España dos años después, así que no es de los últimos. Creo que el último traducido es del año pasado y se llama "Golpéate el corazón". Lo tengo en la lista de pendientes.
La novela que reseño trata de un reality show verdaderamente cruel pero con gran aceptación del público. El reality lleva por nombre "Concentración" y recrea la vida -y la muerte- en un campo de concentración retransmitida en vivo en plan Gran Hermano.
Los participantes (víctimas, diría yo) son secuestrados y confinados en un campo en el que tienen que trabajar hasta el agotamiento prácticamente sin comer, mientras sus vivencias y sufrimientos son retransmitidos en directo.
No pueden salir, no pueden llamar a nadie, ni siquiera pueden usar sus nombres, siendo designados por una combinación de letras y números parecida a una matrícula de coche.
Nadie parece reclamarlos, nadie parece buscarlos, ni la policía ni las autoridades, viéndolos por televisión, hacen nada por liberarlos. Ninguna organización de derechos humanos parece acordarse de ellos, ni siquiera algún animalista. Una pena, las personas recluidas no parecen beneficiarse de los derechos humanos.
Los capos que vigilan y, sobre todo, ejercen violencia sobre los prisioneros, son elegidos por su crueldad, falta de empatía y capacidad de infringir castigos.
Cada día, la jornada concluye con la selección de dos personas que serán ejecutadas a la vista de todos los telespectadores conectados a la cadena que retransmite Concentración. En un principio suelen ser personas mayores, poco espabiladas o que no generan la simpatía del público por su escasa participación.
Una de las participantes, CKZ 114, llama pronto la atención por su belleza, tanto de los organizadores como del público y, sobre todo, de Zdena, una de las capos quien, demostrando de una extraña forma su cariño hacia ella, es la que más la maltrata. La capo quiere saber su nombre y sólo cuando Pannonique se lo dice comienza a tener algún detalle para con ella, como darle chocolate.
Pannonique se convierte pronto sin quererlo en la estrella del programa así como en la diana de todas las envidias de los compañeros de sufrimiento pese a que les reparte el chocolate y les ayuda para evitar que los maltraten o los maten.
Los organizadores del programa van añadiendo penurias a las víctimas para subir las audiencias, que se disparan pese a que fuera algunos medios critican el reality. La ambigua relación entre Pannonique y la capo medio enamorada de ella hace subir los televidentes aunque la protagonista se esfuerce en exigirles que apaguen la tele.
Cuando llegado un momento el share se estabiliza llegan a ofrecer a los televidentes la posibilidad de votar quién morirá al final del día llegando entronces la cuota de pantalla al 100%. Todo el mundo entra en el juego pese a su salvajismo hasta el, como siempre con Ámelie, sorpresivo final en el que además le vemos sentido al título. Aunque en este caso la solución final resulte un poquito naíf, tirando a bastante simple.
La obra no es muy larga, como casi todas las de Nothomb, y se lee de manera ágil. La sensación de irrealidad, de claustrofobia, de injusticia, nos acompaña durante toda la lectura. Somos conscientes de que lo que está pasando no puede pasar, que tiene que haber alguien fuera luchando contra el programa y que sacarán a esas personas. La tragedia de los campos de concentración nazis sobrevuela todo el libro llevándonos a la conclusión de que no mucha gente estará dispuesta a hacerlo, sobre todo cada vez que vemos que las audiencias suben y suben, lo que supone que los que están fuera disfrutan con lo que para ellos es un espectáculo, un reality como tantos otros, más fuerte pero destinado a provocar como tantos otros y sin que nadie cuestione la moralidad, justicia o inhumanidad de lo que ocurre en "Concentración". 
Con los propios presos nos planteamos quién tiene la culpa de la situación en la que se encuentran pues ellos discuten quiénes son los culpables, si los organizadores o los telespectadores que siguen enganchados al reality y no apagan los televisores, lo que lleva a pensar que tenemos la televisión que nos merecemos, que mucha gente critica programas con la boca chica para verlos después ya que si las audiencias fueran mínimas los programas no continuarían emitiéndose.
En fin, que si se hace tele para borregos por algo será. Libro para meditar el tema.

domingo, enero 19, 2020

"Huérfanos de Brooklyn". No está mal.

He estado viendo una película que me ha hecho pensar.
No es el peliculón del siglo, pero no está mal y los actores no son malos. Edward Norton, Gu-gu Mbatha Raw (la chica), Alec Baldwin, Willen Dafoe, un cameo de Bruce Willis... (todos con alguna W, ahora que me doy cuenta).
La película, una mezcla de cine negro clásico y Dick Tracy, es la adaptación de un libro del mismo título publicado en 1999 por Jonatham Lehtem, un autor que no me suena de nada, en la que el protagonista, Lionel Essrog, un hombre con síndrome de Tourette, que ni siquiera sabe el nombre de lo que le pasa, relata unos hechos que comienzan poco antes de que su jefe, y sin embargo mejor amigo, Frank Minna, un detective de poca monta, es asesinado cuando investigaba un caso del que en su oficina no saben nada.
Lionel necesita respuestas y comienza una investigación por su cuenta que empieza siguiendo una una chica implicada en la lucha por los derechos de vivienda de los negros. La cosa se va complicando y el pobre Lionel recibe más trompazos que un saco de boxeo y desprecios por su forma de comportarse, pues no puede evitar decir inconveniencias, volver su cabeza obligado por inmumerables tics o tocar varias veces el hombro de las personas. Pero, pese a los que su apariencia hace pensar al resto, Lionel es terriblemente inteligente y tiene una memoria fabulosa que le hace recordar, palabra por palabra, lo que oye, así que poco a poco avanza en su investigación y acaba metido en la boca del lobo que no es otra cosa que una trama para dejar un barrio vacío para que el magnate de la construcción lleve a cabo sus macroproyectos en Nueva York ayudado, como no, por toda la corrupción política que le apoya. Pero, el detective no acaba de saber qué hay detrás, porque lo que buscaba su mentor no parece tener relación con la trama inmobiliaria sino algo, digamos "más personal". Y la película avanza hasta que lo descubre.
El magnate de la peli, Moses Randolph, es protagonizado por Alec Baldwin, que no querría volver a hacer de Trump, pero no anda demasiado lejos del personaje aquí. Y lo que me ha hecho pensar, además de todo lo de la mierda que hay alrededor del ladrillo siempre que la cantidad merezca la pena, es sobre la ley, sobre todo en una de las dos escenas cumbre del personaje de Baldwin y especiamente la primera cuando Lionel es llevado al despacho del Randolph que intenta sonsacarle dónde está algo que Lionel ni siquiera ha encontrado todavía. Le pregunta qué es y Moses le dice que serán mentiras, calumnias o algo similar a lo que el detective contesta que si la ley está de su lado no tiene de qué preocuparse. Entonces el constructor afirma:
"Muy poco de lo que he logrado en la vida se ha basado en la legalidad. No pienso apoyarme en esa delgada rama ahora, cuanto más importa".
Lionel le pregunta: "Entonces, ¿está por encima de la Ley?"
Y Randolph le contesta: "No. Estoy por delante de ella".
"¿Cuál es la diferencia?", le pregunta Lionel.
"La ley es un libro de reglas que hacemos para cuando las necesitamos", sentencia Randolph. "Si reconstruimos la ciudad, en mi experiencia, la ley te seguirá y se adaptará a lo que hagas".
Duro, pero real como la vida misma. Y, para asustarse porque el concepto de poder que tiene el personaje de Baldwin creo que está más extendido de lo que parece entre muchos hombres de negocios y, me temo, que entre algunos políticos y dirigentes que se creen por encima del bien y el mal.
"¿Tienes idea de cómo funciona el poder?" dice Randolph. "El poder es sentir, saber, que puedes hacer lo que quieras y nadie puede detenerte, Y si alguien tiene una estúpida idea que no te guste, ese es el fin de esa idea o de esa persona, si así lo deseas".
Y otra cosa que me ha llamado la atención, no en la película en sí, pero sí en su título en inglés. La palabra inglesa para huérfano es "orphan" pero cuando se es huérfano de madre se dice "motherless", y la película se titula "Motherless Brooklyn", como si los protagonistas no tuvieran madre, aunque padres tampoco aparecen. Claro que poner como título a la película "Father and Mother Orphans Brooklyn" igual no quedaba ni medio regular.
Cosas mías. Por cierto que nuestro "huérfano" viene del latín "orphanus" (abandonado), que a su vez venía del griego "ορφανός" ("orphanós") que significaba, además de abandonado, sin padres, sin hijos o privado de seres queridos o de algo que se quería mucho.

miércoles, enero 15, 2020

Tercero 2020: "Lo que tarda en morir un idiota", de José Manuel Aguilar.

Lo primero que me llamó la atención fue el título, que me sonaba y no sabía por qué. Y luego, empecé a leer un poquito y resulta que la víctima, ¡vaya por Dios!, era abogado, así que seguí leyendo.
El compañero asesinado no tiene mucho protagonismo en la historia salvo por el hecho de ser el muerto y no caerle bien a nadie en toda la obra, que vaya ojeriza que nos tiene el personal, que cuando el abogado no es el asesino es el muerto y, cuando no, merecería estarlo de lo malísimo que lo pintan. En fin, resignación, que una eligió una profesión con bastante mala prensa.
La novela comienza con el letrado en cuestión chorreando sangre por un pasillo intentando huir de quien lo ha apuñalado y que no está contento con la faena porque además parece que quiere sacarle alguna información que el abogado no ha querido darle. Que mal abogado será y peor persona, pero el secreto profesional es el secreto profesional.
Pero, como podéis esperar, muriendo a la primera de cambio, mi colega no es el protagonista de la obra, más que nada por encontrarse en situación de fiambre. El personaje principal de la novela es un psicólogo, pero no uno cualquiera, claro, sino uno de esos con ínfulas de criminalista por haber intervenido en la evaluación de algún caso y creerse un "profiler" del FBI con capacidades superiores, no sólo para trazar el perfil del asesino, sino para averiguar quién es, dónde vive y perseguirle hasta encontrarlo. Que si no es por la pista del tatuaje que da la vieja que desde la sacristía de la iglesia de enfrente y con privilegiada ventana había visto al asesino arrastrar al abogado cuando intentaba escapar, ni profiler ni investigación ni nada.
Pues eso, que Luis Garoso, el fiscal del caso, en labores de instrucción que normalmente no ejercen, en lugar de tirar de su forense o de un psicólogo del equipo psicosocial, pues queda a comer con el prota, que es su amigo, y se meten a investigar sin que se acuerden de la policía judicial, de los procedimientos establecidos, casi ni del Juez, nada más que para abroncar al Fiscal por meterse donde no lo llaman, ni del forense del caso, despreciando un poco a los forenses como funcionarios que hacen un poco de todo en los procedimientos (un día valoran lesiones, otro levantan un cadáver...).
Tampoco tiene en cuenta el autor que siendo abogado en ejercicio el muerto, sin socios ni secretaria siquiera, algo tendría que decir su Colegio en relación a los expedientes y que, desde luego un psicólogo, por muy psicólogo forense que sea, no puede meterse en el despacho de un letrado sin permiso y cotillear el archivo como Pedro por su casa. Y sin guantes.
Manuel Artacho Henz, el psicólogo de la novela, no parece tener mucho que hacer porque se dedica casi de pleno al jardín de investigar el asesinato, salvo otro caso que ya considera perdido y para el que sí ha sido llamado como perito forense a juicio. Visita al acusado en la cárcel para someterle a la batería de preguntas del MMPI, sin acabar de ver nada en el DSMIV que el abogado de la defensa pueda llevarse al diente para alegar una eximente que evitara que a su cliente, que cometió un homicidio hasta las trancas de alcohol y drogas varias, le cayera un condenón del quince.
Atiende también a Marcelo, un joven con una enfermedad mental muy grave y que está ya un poco pasadito de rosca y casi en las últimas, con el que habla de cualquier cosa sin que parezca aplicarle ningún tipo de terapia. Bueno, luego están sus ex, porque no tiene pareja en vigor pero o se le acercan o se encuentra con mujeres con las que tuvo antes más que palabras. Y la cocina, que desde Carvalho no hay detective que se precie, o psicólogo aficionado a ello en este caso, que no cocine o hable de comida en las novelas, así que Manuel también cocina.
Con Manuel también piensa el caso, y le presta guardaespaldas, Eduardo Fincham otro abogado ya jubilado amigo suyo al que define como viejo desocupado y rentista.
Indagando en la vida profesional y personal del abogado asesinado y viendo que por ahí no llega a ningún sitio, toma como punto de partida el tatuaje que ha visto la testigo de parte de los hechos, y desde ahí se lanza al infinito y más allá. Entra en el despacho del abogado, así porque sí y porque el fiscal lo deja, que ya es dejar, y, por la falta de un expediente de un determinado año, comienza a seguir el hilo que con el tatuaje había vislumbrado en persecución de alguien de una mara, con larga disgresión sobre el tema de las bandas.
Y volviendo al expediente que falta, ya es raro que, con lo mal abogado que era el asesinado, tuviera el archivo tan bien colocadito y que un psicólogo, que no había estado nunca allí, sea capaz de saber qué expediente faltaba con un solo vistazo. Que digo yo que lo podía tener en un cajón, en el coche, encima de la mesita de noche de su casa o haberse saltado un número o haberle entregado el expediente entero a un compañero al darle la venia, que también puede suceder. Pues nada, que como el psicólogo es listísimo, da con el asesino, tanto que da que por poco lo mata a él y luego con un número de teléfono le encuentra otra vez y no os cuento más que os destripo el libro entero.
Pues que eso, que para una lectura ligera de verano sí. Para más profundidades no. Y mejor abstenerse abogados para no sufrir.
Por cierto, que no dice el nombre de la ciudad donde ocurre la trama pero que yo creo que es Córdoba, por algunas pistas que aparecen.
Y otro por cierto, que el autor tiene un libro sobre el controvertido síndrome de alienación parental, que daría para discutir largo y tendido, pero la discusión queda fuera de esta reseña. Y como en el libro no se habla del tema, no lo veto también a los profesionales de la psicología, además de los del Derecho.
Y, finalmente, que me sonaba a mí el título del libro y es que fue lo que escribió en su diario uno de los asesinos del juego del rol describiendo cómo mataron a su víctima elegida al azar: "... era espantoso: ¡Lo que tarda en morir un idiota! Llevábamos casi un cuarto de hora machacándole y seguía intentando hacer ruidos. ¡Qué asco de tío! Mi compañero me llamó la atención para decirme que le había sacado las tripas.”. Como siempre, la realidad un paso por delante de la ficción.

martes, enero 14, 2020

Segundo 2020: "Breve historia de la vida cotidiana de la Iberia prerromana. Costumbres, cultura y tradiciones", de Carlos Díaz Sánchez.

Conseguí este libro en el sorteo de Masa Crítica de Babelio a cambio de una reseña. Así, a bote pronto, el título tira para atrás, que te lees la mitad de la obra leyendo el título, pero la mayoría de los libros de la lista para el sorteo ya estaban pedidos y como sabía que, de los pocos libres, el otro que me interesaba, de Simonetta Agnello Hornby, tendría más pretendientes, me gusta mucho la Historia y mi vocación frustrada fue la arqueología, pues pedí éste y me lo enviaron.
Es un libro muy pequeñito, con un formato mini, aunque como tiene la letra pequeña y casi 300 páginas, los 30 días que dan para publicar la reseña se me han hecho cortos, no tanto porque lea despacio o el libro no sea interesante, sino porque estaban las Navidades por medio y las ingestas de estas fechas deben reducir la afluencia de oxígeno al cerebro. Aunque como hasta San Antón Pascuas son, lo he acabado en plazo.
El libro, como su largo nombre y las aclaraciones de su vitola indican, trata sobre las culturas asentadas en lo que hoy es España en la época anterior a la conquista romana de los territorios de la península y su extensión por estos lares, con el impacto que ello debió suponer, que hay que recordar que no se trató de una excursión de corderitos amistosos de paseo. La obra se queda en el cómo estaba la cosa antes pero intentando contar la "historia" de los pueblos que los romanos se encontraron en su conquista.
El libro forma parte de una colección sobre la Historia de España de la Editorial Nowtilus, que debo decir que hasta la fecha estaba si mí y a la que echaré más de un ojo a partir de ahora porque tiene un catálogo muy amplio, entre divulgativo y científico, principalmente sobre Historia, que me ha llamado la atención.
La obra sigue un esquema a partir de las distintas etapas en la vida de una persona, desde el nacimiento a la senectud, trasladando esas etapas a la evolución de la trayectoria de los pueblos peninsulares en cuyo estudio se centra, citando excavaciones y centros de interés. Que no son todos los pueblos, porque, mirando, mirando, ni entre las civilizaciones "del interior peninsular" encuentro a los carpetanos que, entre otros, fueron los que debieron deambular por mi zona. Sólo se acuerda de vettones y vacceos, que no debieron llegar a Quero.
Y es que no creo que esta parte de La Mancha estuviera vacía, ni aquella época ni en otras en que se nos haya ignorado, sino que como por aquí hemos sido siempre más bien pobres (entre pobres y más pobres que las ratas) y poco dados a nacionalismos reivindicativos de un supuesto pasado glorioso, pues nunca ha habido dineros para excavaciones y estudios de importancia, conformándonos con los restos de prospecciones después algún que otro hallazgo "de arado y/o azadón" o campañas de universidad siempre sobre la misma excavación, que algún día van a encontrar el móvil de algún estudiante de la primera campaña y lo van a poner en un museo al lado de la falcata del Palomar de Pintado de Villafranca.
Pero, vamos a lo que vamos.
Tras una breve introducción en la que Carlos Díaz nos presenta la obra con el contexto histórico en el que se va a centrar, el libro comienza con el nacimiento de las culturas, donde estudia sus orígenes, modelos de establecimiento, patrones de asentamiento y evolución estudiando sólo pueblos que siempre han tenido fama (sobre todo Tartessos e íberos) y nombrando otros muchos, dejándome la sensación de siempre, que parece que los pueblos aparecen siempre por generación espontánea y que sólo se desarrollan cuando los invaden otros más inteligentes y avanzados, bien por comercio, bien por luchas con otros imperios, bien por explotación de sus recursos, sobre todo los fenicios y los romanos. Que digo yo, y tengo para mí, que algún sustrato poblacional anterior habría con algo de cultura propia, aunque no fuera demasiado glamurosa. Y más para mí tengo que los de abajo han sido siempre más o menos los mismos y que quienes han ido dejando rastro han sido los de arriba, que se llamaran de una forma u otra, pero teniendo siempre por debajo poco más o menos los mismos curritos, en una choza redonda, en una casa cuadrada, en un piso o en un chalet adosado. Pero, vamos, que son cosas mías.
En el apartado de infancia de las culturas, buscando equivalencia por la vida familiar en la que vivimos las personas en esa edad, la obra se centra en la arquitectura doméstica desde la que se lanza a elucubrar sobre la sociedad y la familia de las culturas, que yo siempre me he planteado los mismo: si viene un arqueólogo cuando mi casa, de aquí a muchos siglos sea una ruina (aunque si no llamo pronto a los albañiles no va a tardar tanto), ¿sería capaz de saber cómo he vivido yo, qué capacidades, qué formas de relación, ideologías, creencias o qué comíamos en mi casa (aunque desde que el Mercadona vende platos ya cocinados lo tendría más fácil)? Me resulta complicado decir que sí, lo que me lleva a pensar que en cada época los arqueólogos e historiadores aplican sus propias creencias y conocimientos a lo que se van encontrando o han escrito otros y a saber cómo eran las cosas en cada época, que si ahora cada partido nos dice una cosa y la contraria cada media hora, trasladando eso hacia atrás miedo me da. Pero, en fin, confiemos en que haya historiadores y arqueólogos serios.
Siguiendo con las etapas de la vida humana, el capítulo de la adolescencia, que el autor considera época de cambios y rebeldía, estudia la arquitectura defensiva, las sociedades militares y el armamento, que aquí sí parece que la arqueología tiene tela que cortar, o mejor dicho armas que estudiar, desde puntitas de lanza, corazas y escudos a carros de batalla o pongamos por caso la falcata de Villafranca. Luego las murallas, que dejan mucho rastro arqueológico, sobre todo las de piedra y los oppida y los castros y la decoración de cacharros de cerámica... Y aquí parece que los íberos y los celtíberos eran los que cortaban el bacalao, bueno bacalao no mucho por las zonas en que se movían.
En la adulted, palabra fea donde las haya, la obra, paralela a la preocupación de los adultos por realizar algún trabajo que sirva por lo menos para alimentarse, estudia la economía de los pueblos perromanos que el autor elige, su alimentación, su cerámica y artesanía y su arte.
Y para finalizar, en la senectud de los pueblos prerromanos, el libro se centra en la experiencia religiosa, rituales funerarios y sacrificios.
El libro muestra bastantes ilustraciones a color entre sus páginas (desde Argantonio, la Dama de Elche o la pátera de Perotito que figura en la portada a cerámica, adornos o construcciones y recreaciones de poblados) y concluye con un mini-glosario de 13 términos, una bibliografía más extensa, diez páginas publicitando otras obras de la colección y una página de códigos QR con acceso a fragmentos de las mismas.
Como conclusión mía, el libro resulta entretenido y muy útil para conseguir una visión global de los pueblos que estudia y como paso previo para buscar más información al respecto si se quiere profundizar sobre la materia.
Para leérselo de corrido para una reseña es un poco áspero y no me ha gustado la referencia a regiones actuales para referirse a culturas de entonces, que el nacionalismo nos está dejando un poco tontos a todos y Cataluña no era Cataluña, ni entonces ni durante siglos y siglos, ni Madrid estaba ni pensado. Que no estaría mal referirse por ejemplo al "territorio donde en la actualidad se encuentran las provincias de" o "la ciudad de" o "parte de lo que hoy es la Comunidad Autónoma de". Que es como si nos refiriéramos a los restos romanos de mi pueblo como Quero. Y eso que mi pueblo es bastante más antiguo que muchas ciudades y, por supuesto, que todas las comunidades autónomas tal como se conciben hoy. Constitución dixit.

lunes, enero 13, 2020

Campaña de difusión absolutamente idiota.

De verdad, ¿dónde y qué aprenden los publicistas que siguen anclados en anuncios que nos siguen considerando adornos? ¿Y cómo se puede hacer un anuncio tan marcadamente cursi para publicitar novelas que han marcado un hito en la literatura universal? Y sobre todo escritas por mujeres que precisamente se negaban a ser consideradas floreros. Grandes obras de la literatura de todos los tiempos escritas por mujeres pero no solamente "para mujeres".
De acuerdo que los libros son "monísimos", pero un libro no es un mero objeto de adorno, ni un complemento del vestuario, en este caso "para mujeres", que parece que las del anuncio se están probando el libro a ver si les queda bien con la ropa que llevan. Me resulta repelente.
Y desde luego me parece que una colección como ésta si me repele a mí no quiero pensar a los hombres, que no creo que se sientan ni remotamente atraídos por la estética de los volúmenes y alguno no se atrevería a ponerse a leer uno de ellos en el metro. Yo tampoco, que conste, aunque me he comprado "Orgullo y prejuicio", que vergüenza me da pero no me lo he leído, y es que por 1,95€ quién no compra este novelón.
Vender libros como si fueran bolsos u objetos decorativos para mujeres y hablar de grandes escritoras como "tendencia", "la nueva inspiración", "absolutamente rompedora" y que "todas nos sientan muy bien" poniéndose el libro para mirarse en el espejo con él, me da una grima que no lo puedo evitar. ¿"Una joya de colección tan atrevidamente inspiradora que nos invita a soñar"? Como alguna de las escritoras levantara la cabeza se volvía a morir.
Y no se cómo me sorprendo si ya sacaron un coleccionable de biografías de mujeres y compré el primero sobre Marie Curie y la biografía no parecía tener autoría porque ningún nombre venía en la portada ni dentro, ni nadie firmaba el prólogo, que llegué a pnesar que era un obra anónima. Y, buscando, buscando, en los copyrighs de la última página con texto aparecían dos mujeres, una por el texto y la otra por la introducción. Lo que se dice "visibilización".

miércoles, enero 01, 2020

El primero del 2020: "La red púrpura", de Carmen Mola.

Primer día del año, primer libro. Que como podéis imaginar no es que lo haya empezado hoy y lo haya terminado el mismo día, no. Leo deprisa pero no tanto. Aunque tampoco me ha durado mucho la segunda novela de Carmen Mola (o como quiera que se llame de verdad quien la ha escrito). Es, como "La novia gitana", bastante adictiva y se lee rapidito. Que quería algo más entretenido que el anterior. Que con poco.
"La red púrpura" es la segunda entrega de novelas protagonizadas por la Inspectora Elena Blanco, al mando de la BAC (Brigada de Análisis de Casos) de la Policía Nacional, que aunque es una obra que puede leerse sin haberse leído la primera, desarrolla una trama que tiene mucho que ver ella, pues la desaparición del hijo de la Inspectora hace años, que marca su carácter y sobrevuela "la novia gitana", supone el punto de partida y leitmotiv de las investigaciones de este segundo libro que se centra en la trama de apuestas, peleas ilegales, violencia retransmitida en directo a través de Internet en la que Elena sabe que podría encontrarse inmerso su hijo, ahora ya adolescente, trama que no sólo desestabiliza y está apunto de destruir a la Inspectora sino también a la propia brigada que dirige, al intentar destapar la red metiéndose en su peligroso avispero del que desconocen prácticamente todo que no sea lo que han podido ver en la parte oscura de Internet, que ya es fuerte.
Al comienzo de la historia, la BAC, sobre todo Mariajo, la sesentona hacker de la brigada, preparan un operativo con la finalidad de descubrir quien se esconde detrás de una IP por la que se accede a retransmisiones en vivo de violencia salvaje sobre mujeres. Para sorpresa del grupo la persona que ha pagado la sustanciosa cantidad que da acceso a la emisión en directo de las agresiones es un menor de una familia aparentemente normal cuyos padres reaccionan ante el conocimiento de la desviación de su hijo de muy diferente forma.
Tirando del hilo de la IP del crio creen haber localizado el lugar donde se retransmiten las escenas de violencia pero acaban en casa de una pareja de jubilados que nada tienen que ver pero cuya IP se ha utilizado para hacer rebotar la señal e impidir la localización de su punto de partida. Y el resto del libro se centra en la investigación de los indicios y persecución de posibles implicados en la trama con motivaciones extrictamente policiales para los miembros de la brigada pero con una principal motivación por parte de Elena cual es encontrar a su hijo, o lo que queda de él después de tantos años en las garras de una red cuyas principales fuentes de ingresos consisten en la organización y retransmisión en directo de peleas a muerte entre críos, agresiones hasta acabar con la vida de mujeres, prostitución con violencia y actividades paralelas de timbas clandestinas y otras tan ilegales como lucrativas.
La Inspectora está desatada y tan insoportable que está a punto de cargarse su propia brigada de la que, salvo la hacker y el forense, quieren marcharse todos. Pese a ello, la investigación avanza, unas veces por desarrollarse de forma eficaz, otras por pura casualidad y las más por meterse alguno donde no lo llaman y darse de bruces con el peligro.
Tan tremebunda algunos veces como la primera novela, nos mantiene en vilo hasta el accidentado final, buscando al tal Dimas, que parece el jefe del cotarro, y por fin al Padre, que es quien realmente corta el bacalao y, como en la primera entrega, la Inspectora tan temeraria e irresponsable con siempre, poniéndose ella solita más en peligro que la ponen los malos, con lo que se lleva más tortas que nadie. Que igual unas clasecitas de defensa personal le vendrían bien o, por lo menos, tomar unas medidas básicas de precaución para cubrirse las espaldas antes de meterse en la boca del lobo.
Y yo con el come-come ese de no saber quién es Carmen Mola. Que en el primero estaba convencida casi al 90% de que era un hombre pero en este en algunas partes me parece una mujer y en otras como si percibiera varios autores al alimón, un montaje de varios. Y con la manía que le tienen a los abogados (que a ver qué les hemos hecho) puede que ese alquien o alguienes no anden muy lejos de los juzgados. Abogado no, que siempre los hace quedar malísimamente. Fiscal tampoco porque no sale ni uno; de la judicatura tampoco, o por lo menos no del cuarto turno, que los de la Audiencia Nacional tampoco le cuadran; funcionario de Juzgado no creo porque no sale un Juzgado por dentro; así que me quedan la policía y los opositores a lo uno o a lo otro. Aunque bien pudiera tratarse de un grupo de guionistas muy buenos que sean capaces de dar un cuerpo homogéneo al relato y que, en cualquier caso, no se han dejado sin ver un capítulo de Mentes Criminales. 
En fin, no se, algún día se dirá. O no. Pero espero que, pese al final del libro, la serie continúe... la de la BAC no la de de Mentes Criminales.